CAPÍTULO
II SITUACIÓN
DE LA MUJER EN EL PRESIDIO POLÍTICO EN CUBA
En el “Informe sobre la Situación de los Presos Políticos y sus
Familiares en Cuba”, publicado en mayo de 1963, la Comisión examinó
especialmente el problema de la mujer en el presidio político en ese país
dejando constancia de que, conforme con las denuncias, las presas políticas
en Cuba han experimentado un “trato extremadamente humillante, encaminado
a destruir su resistencia moral y a degradar su dignidad de mujer”.37
A partir de entonces la Comisión ha continuado recibiendo
comunicaciones o reclamaciones en las cuales se hace especial mención de la
situación en que se encuentra la mujer en el presidio político en Cuba.
Del contenido de tales denuncias se ha llegado al conocimiento de que
las presas políticas en Cuba continuarían siendo sometidas a tratos
crueles, inhumanos y degradantes y estarían siendo víctimas de un régimen
carcelario incompatible con su sexo, en el cual se las trata con extremado
rigor sin tener en cuenta edad, estado de salud, estado civil ni condición
pre o post maternal.
A continuación se transcriben las partes pertinentes de las
denuncias en las que se hace referencia a esta situación:
1. En un aparte de la comunicación
de 3 de marzo de 1971, se expresa:38
Las tapiadas. Este
nombre lo reciben las presas políticas cubanas que introducidas en unas
celdas, donde son recluidas por haber transgredido la férrea disciplina del
penal. En esas celdas no hay luz, ni casi agua. Las presas permanecen desnudas en un espacio reducidísimo.
El alimento se les sirve, a horas diferentes, para que no tengan noción
del tiempo. No pueden recibir visitas ni correspondencia.
Allí permanecen, en estado de promiscuidad, por semanas enteras.
2. En parte del memorial de 16
de abril, se denuncia lo siguiente:39
Comencemos por el relato cronológico en esquema de dos expresas políticas
cuyos nombres y direcciones serán suministrados al final de este informe
por si Su Excelencia, el señor Presidente de esta Comisión o sus Miembros
desean una testificación personal de ellas:
a. 20 de mayo de 1961 – Día
de las Madres
Éramos cien mujeres presas en Guanabacoa y querían trasladarnos
para Guanajay, donde las condiciones eran insoportables. Tratamos de
resistirnos y tomaron veinte de las mujeres llevándolas a una celda, de
donde las sacaron unos 60 guardas y comenzaron a golpearlas.
Toda la prisión estaba cercada por unos 600 hombres y mujeres
armados. Al fin lograron
llevarse en el camión-jaula a esas veinte mujeres.
A las ochenta restantes nos pusieron mangueras de agua con una presión
de 200 a 300 libras que nos hacía rodar por el piso.
Había una presa que tenía seis meses de embarazo y le apuntaban la
manguera directamente al vientre para hacerla abortar. Muchas corrimos a
protegerla y cubrirla con nuestros cuerpos. El agua a presión dejó una
fuerte marca en nuestra piel por unos meses. Después del agua, volvieron
los hombres a golpearnos.
b. Junio a diciembre de 1961
Guanajay. Las
condiciones eran terribles. No
había atención médica de clase alguna.
En enero, muere de parto Lydia Pérez, de 21 años, por falta
de asistencia médica. Su
esposo, preso en otra cárcel, al saber de la muerte, se suicida.
Durante julio, agosto y septiembre fuimos sometidas a fuertes
requisas y nos quitaron todas nuestras pertenencias.
Estas requisas siempre terminaban con golpizas y castigos.
Una noche, una mujer se puso muy enferma y vomitaba constantemente.
Comenzamos a gritar pidiendo un médico pero ignoraban nuestros
gritos. Así continuamos hasta
hacernos oír, y nos contestaron –comenzando a disparar contra nosotras.
Las marcas de los tiros cubrían las paredes.
Entonces entraron a las galeras y nos golpearon inmisericordemente. Más de 50 mujeres quedaron heridas.
En diciembre de 1961, muere Julia González-Roquete, de 50 años.
Tenía un fuerte dolor de muelas, pero no se le dio atención médica.
Cuando se agravó la sacaron de la celda para que muriera afuera.
Murió de septicemia. Su
esposo estaba preso y sus hijos en Estados Unidos.
La enterraron apenas 12 horas después de muerta.
c. 4 de julio de 1962
Se implantó un nuevo sistema de disciplina férrea. El castigo sin razón era constante. Más de la mitad de las presas no tenían visitas.
Al mediodía del 4 de julio llamaron a cuatro mujeres a la oficina y
las metieron en un camión que decía “Muebles” completamente cerrado.
Una logró escapar y salió al patio gritando avisos del traslado.
Enseguida 4 o 5 hombres la cogieron y comenzaron a golpearla.
Mientras tanto, unos 150 hombres y mujeres armados entraron al patio,
caminando adonde estábamos las “engaleradas” (Nota: engaleradas
éramos las encerradas en las celdas sin poder salir al pasillo) y llamaron
a 25 por sus nombres, diciendo luego: “Traslado”.
El patio se convirtió en una arena de lucha.
Gritos, insultos, amenazas, golpes, malas palabras, blasfemias, el
ruido de los cráneos rotos, sangre. Dentro
de los pabellones quedábamos muchas “engaleradas”... nada podíamos
hacer por ellas sino desesperarnos y gritar.
Una joven negra, Juana Drake, fue sacada de la celda y
golpeada durante todo el camino mientras el miliciano le gritaba, “camina,
negra de m ...”. Esta joven,
después de cumplir una sentencia de 3 años, fue resentenciada a otros 3 años
con las presas criminales, por escribir en la pared en inglés, español y
francés un letrero diciendo “Tenemos el derecho a ser libres”.
Se llevaron un total de 65 presas en camiones totalmente cerrados sin
ventilación y las llevaron a un aeropuerto militar, diciéndoles que iban
para Rusia e insultándolas durante todo el camino. Las llevaban para
Oriente, la provincia en el otro extremo de la isla.
Otra vez las metieron en camiones-jaulas e iniciaron el viaje de todo
un día y toda una noche sin darles agua ni comida en camino a la cárcel de
Baracoa. En esta odisea iba una
bebita nacida en prisión, de sólo 23 días de nacida, a quien tampoco
dieron ni agua, y cuando lograron darle alguna era agua salobre, lo cual la
puso tan grave que al salvarse le dieron el nombre de “Milagritos”, pues
sólo un milagro pudo evitar su muerte.
En Baracoa el castigo fue muy fuerte.
Seis meses sin atención médica, sin agua apenas y comida infra-humana
hasta el retorno a Guanajay el 13 de enero de 1963.
Al llegar aquí, trataron de desnudar a todas para hacer “un buen
registro” a mujeres que durante seis meses no habían podido cambiar las
ropas que aún llevaban puestas!!... Igual trataron de hacernos a las que
habíamos permanecido “engaleradas”.
Cuando nos resistimos a dejarnos desnudar, nos golpearon salvajemente.
Una de nosotras, Sylvia Perdomo, ahora residente en Miami, fue
halada por el pelo tan violentamente, que le arrancaron por completo su
“cola de caballo” o “pony-tail”.
Nos golpearon en los senos y en vientre dándonos fuertes patadas.
A una de mis mejores amigas le separaron las piernas entre dos,
mientras un tercero la pateaba en sus partes íntimas.
Esto duró hasta las cinco de la mañana, y cuando nos dejaron, tras
ellos quedaba un rastro de mujeres que durante días no pudimos ni comer,
adoloridas, sangrantes, y con frío, pues había 5 grados y sólo teníamos
puesta una pijama. Nos
mantuvieron “engaleradas” por más de seis meses, sin visitas ni jabas
de comida, que cuando llegaban, traían varias libras de azúcar, leche,
chocolate y algún dulce casero.
d. Julio de 1963
Estábamos aún “engaleradas” cuando una noche nos visitó el Jefe
de Prisiones, Manolo Martínez. Sabíamos
que como siempre, iba a crear problemas, porque él es un caso mental. Desde que nuestro castigo estaba casi finalizando (enero a
julio), acordamos no hacer nada que pudiera provocar su ira.
Nos mantuvimos calladas para evitar problemas y al notar nuestro
silencio se puso histérico y comenzó a mandar mujeres a las “tapiadas”.
Éstas son celdas con planchas de acero sobre puertas y ventanas
donde no entra claridad alguna, y como facilidad sanitaria sólo hay un hoyo
en el piso. Llamó nombres al
azar, indiscriminadamente, hasta contar cuarenta.
Las mantuvo tapiadas, sin ventilación y en total oscuridad, sin cama
ni agua para lavarse, con el mismo uniforme durante 40 días.
Sólo hacían una comida de harina hervida y dos pequeños vasitos de
agua al día. Muchas fueron
mordidas por arañas y ratas. Al
salir, no pudieron abrir los ojos a la luz durante varios días.
e. Febrero de 1964
Nuevamente enviaron presas a las tapiadas durante seis meses, 64
presas esta vez.
f. Noviembre de 1964
Dos meses después de soltar el segundo grupo de “tapiadas”, el
Capitán San Luis, del Departamento de Prisiones, borracho habitual, entró
al pabellón completamente ebrio y armado, comenzando a insultarnos.
Nos asustamos y le pedimos que se fuera porque estaba borracho y
comenzó a disparar contra el techo. Vinieron unos milicianos y se lo llevaron pero tomó venganza
más tarde, llevando otras 60 presas a las “tapiadas”, esta vez por
cuatro meses. Casi todas
estaban cubiertas de hongos, pie de atleta y otras ulceraciones, y una de
ellas cayó en coma hiplogicémico porque le negaron una cucharita de azúcar
que necesitaba. Muchas
contrajeron enfermedades del hígado y la vesícula así como úlceras.
g. Enero de 1965
Cada 10 o 16 meses nos sacaban para interrogarnos qué pensábamos de
Dios, de la revolución, de Cuba, de los Estados Unidos, los programas de
rehabilitación (adoctrinamiento), qué nos gustaría hacer si fuésemos
libres, etc. Era una comprobación
anual de nuestras mentes. En
esta ocasión, 60 mujeres se negaron a someterse nuevamente a este tipo de
tortura mental, pero fueron llevadas a la fuerza, por hombres que les
llevaban torcidos los brazos hacia atrás durante los 250 metros desde las
“tapiadas” hasta la oficina. Otras
fueron golpeadas con palos y llevadas en los carros-jaulas.
Al llegar todas eran golpeadas en el vientre y pateadas.
Si se negaban al interrogatorio, las seguían golpeando en la oficina.
Durante estas golpizas, las “engaleradas” sólo podíamos
gritarles “cobardes y asesinos” mientras llegaba nuestro turno de ser
golpeadas. Una presa, que aún guarda prisión, resultó tan dañada que
durante cinco días estuvo tirada en el suelo, incapaz de moverse o emitir
palabra alguna. Nuestras súplicas
no lograron que le dieran asistencia médica.
Durante meses sólo orinaba sangre.
h. Noviembre de 1966
Se implementó el trabajo forzado.
Nos resistimos. Nuevas
golpizas, nuevas “tapiadas”, nuevos confinamientos.
Nos trajeron mujeres del presidio criminal –mujeres enfermas
mentalmente, degeneradas física y moralmente—y las situaron sobre
nuestras celdas. Durante 30 días
y noches consecutivos, sin descansar un minuto, efectuaron un "toque de
lata”, golpeando los barrotes de las celdas con platos de lata.
El ruido era infernal. Los
nervios alcanzan un punto en que parece que la cabeza va a reventar.
Uno no puede descansar ni dormir.
No contentos con esto, ponían amplificadores a todo volumen con
sonidos estáticos del himno comunista “La Internacional”.
A los 30 días de esto, habíamos llegado al máximo de nuestra
resistencia. De pronto paró el
ruido y durante 3 días yo lo seguía oyendo en mi mente.
Ahora, el silencio tampoco nos dejaba dormir.
Era una experiencia demoledora de nervios.
El ruido se había incrustado en nuestro cerebro.
i. 14 de febrero de 1965
Nos dieron un ultimátum: O íbamos al trabajo forzado o nos traían
a las presas “comunes” a nuestros pabellones.
Esto nos hubiera matado a todas.
Salíamos a trabajar de 7 a 11:30 y 1:30 a 5, cortando hierba en el
campo con guatacas. Al regresar
a los pabellones, nos encerraban hasta el día siguiente.
La comida seguía siendo infame.
Durante cuatro meses sólo comimos huevos hervidos y picadillo de
carne rusa. Al tercer mes, yo
vomitaba de sólo verla. Contraje una hepatitis de tres XXX. Durante más de 15 días sólo ingerí pan, agua, azúcar y
un pedazo de tomate y lechuga que logré robarme del campo. Desde el 8 de noviembre de 1965 al 18 de abril de 1967 nos
mantuvieron “engaleradas”. Exactamente
17 meses.
El 18 de abril nos sacaron de Guanajay porque necesitaron más
espacio para los hombres que no cabían en otras prisiones, y nos retuvieron
en la cárcel de Guanabacoa antes de llevarnos para el Campo de Concentración
irónicamente llamado “América Libre”. Éramos unas 400 mujeres,
aproximadamente 45 por celda, con apenas espacio para movernos,
“engaleradas” durante un mes entero.
En el Campo de Concentración (una especie de hacienda confiscada a
sus dueños verdaderos) se intensificaron la disciplina, el trabajo y el
castigo. Había dos largos
pasillos que fueron convertidos en galeras. En uno (50 x 70 pies) mantenían
350 mujeres, en el otro (12 x 34 pies), las 50 restantes.
Armaron una “Corte” para juicios, con un jurado formado por tres
o cuatro milicianos que nos castigaban por casi cualquier cosa, cancelando
nuestras visitas, correspondencia, y jabas o paquetes con comidas.
Cada lunes había “Corte”; siempre con un promedio de 25
condenadas. A mí me
suspendieron las visitas, el correo y las jabas durante tres meses porque
tomé una fruta, un mango, del suelo, que se había caído del árbol.
Una muchacha, cuyos padres estaban próximos a salir del país y ella
cuidaba mucho que no le fueran a cancelar la última visita, fue acusada de
“mirar con odio a una miliciana” y fue castigada durante seis meses.
Otra fue castigada tres meses por no ir a trabajar bajo un fuerte
ataque de asma que casi le impedía respirar.
No teníamos ropa de abrigo alguna.
Sólo dos uniformes de mezclilla y dos piezas de ropa interior y una
sábana para taparnos. Tratábamos
de conseguir papel de periódicos para cortarlos en tiras y ponerlos entre
las ropas y nuestros cuerpos y dentro de las medias. Después de dos meses
de intenso invierno, le dieron una camiseta enhuatada a las mujeres de más
de 60 años de edad.
Nuestra comida: el desayuno era a las 6 a.m., agua caliente con azúcar
prieta. A las 12 del día
fideos hervidos o un caldo claro de frijoles, a veces del tipo “Guanina”
que es alimento para cerdos, y un pedazo de pan.
A las 5:30 p.m., caldo de frijoles con picadillo de carne rusa o
harina, huevos o arroz hervidos, con un pedazo de pan. Sabían que durante
la noche tendríamos hambre y no nos dejaban llevar el pan para la celda.
Algunas veces logré esconderlo bajo mis ropas porque no podía
dormirme con el estómago tan vacío. Para
entonces, ya yo había contraído hipercloridia y mi vesícula apenas
funcionaba (si pasaba largos períodos sin comer me daban agudos dolores),
todavía tenía la hepatitis y los nervios que me producían fuerte
taquicardia. De 140 bajé a 102
libras. Una vez me agravé a un
serio extremo, me dieron dos sueros intravenosos y caldo vegetal. Eso fue
suficiente atención. Al día
siguiente volví a la carne rusa con gran cantidad de grasa y los huevos
hervidos que para entonces ya no podía tragar.
Las cosas empeoraron. Las
nuevas reglas disponían una visita cada 30 días y permiso para recibir o
escribir una carta cada 45 días. Hacían lo indecible para que nosotras
aceptáramos el Plan de Rehabilitación.
En octubre de 1969, fue el cumpleaños de una presa y quisimos
festejarla, cantando y bailando para ella.
A los milicianos no les gustó y de pronto irrumpieron en la celda
para hacer una inspección. Rompieron todo a su paso y nos golpearon con
cables eléctricos forrados, maderos y machetes.
Vi como cuatro hombres y tres mujeres lanzaron al suelo y golpeaban a
una compañera presa, y cuando traté de ayudarla, me dieron tres planazos
en la espalda con un machete, de uno de los cuales conservo la cicatriz.
Ese día dejó un balance de brazos rotos, una cabeza con 14 puntos,
tres presas con costillas fracturadas, y todas con lesiones de la golpiza.
Una de las muchachas quedó tan gravemente lesionada que durante un
mes se pensó que perdía un ojo.
Las mujeres que aún están presas en este Campo de Concentración América
Libre, recientemente nombrado “Nuevo Amanecer”, siguen bajo las peores
condiciones, sin comida, sin atención médica, casi sin visitas ni
correspondencia, enfrentadas a la cruel realidad de que mientras tanto se
habla de los prisioneros en otras partes del mundo, la situación de los
prisioneros cubanos permanece ignorada.
3. En una comunicación de 1º
de agosto de 1974, denunciando la situación de los presos políticos en
“La Cabaña”, La Habana, se denunciaba, además, lo siguiente:40
Seis mujeres, prisioneras políticas, han sido transferidas a esta
prisión, recluyéndolas en la sección masculina, en una celda en donde están
semidesnudas bajo centinelas de vista.
Atendiendo al carácter urgente de la denuncia la Comisión, en
cablegrama de 9 de agosto de 1973, solicitó del Gobierno de Cuba la
información correspondiente. El Gobierno de Cuba no ha dado respuesta.41 |