(... continuación)

9.          En apartes de un Informe-denuncia de los presos políticos y de 4 de agosto de 1968, presentado a la Comisión el 3 de noviembre del mismo año se denuncian los siguientes hechos:25  

Los que hayan padecido el Presidio Político de Cuba en regímenes anteriores, en cualquiera de sus épocas, podrían, a través de estas pocas letras, establecer comparaciones y sacar conclusiones. El derecho a poseer un radio, escribir y recibir correspondencia, reunirse en visitas frecuentes con sus familiares, recibir libros, alimentos, medicinas, revistas, e inclusive la comida diaria, así como el poder practicar deportes al aire libre o simplemente tomar el sol, eran medidas humanitarias normales y corrientes que a nadie llamaban la atención y de las cuales el preso político disponía, sin necesidad de someterse a ningún tipo de plan que mermara su dignidad.  Los años van pasando y las cosas han ido cambiando.  Sólo en los primeros tiempos del Gobierno actual, algunas de las facilidades mencionadas fueran permitidas, sin exigir a cambio de ellas actitudes degradantes de sometimiento.  Más sin embargo, pronto hizo su aparición el llamado “Plan de Reeducación” y comenzó a enseñar la verdadera cara de un arbitrario sistema carcelario para todos aquellos que no se plegaran a él.

 

PLAN DE REEDUCACIÓN – En principio sólo se aceptaba el ingreso a él de todos aquellos reclusos que, voluntariamente, estuvieran en disposición de reconocer los supuestos errores cometidos en contra del régimen.  Igualmente se les exigía dar muestras reales de arrepentimiento, así como pasar charlas de adoctrinamiento.  Siguiendo ese camino se les concedía el cambiar su uniforme amarillo por uno azul, que indicaba estar rehabilitado y haber progresado dentro del “Plan de Reeducación”.  Las incorporaciones a dicho plan fueron minoritarias y la reacción del Gobierno no se hizo esperar, comenzando de inmediato a manifestar sus intenciones de incorporar al “Plan de Reeducación” a todos los presos políticos, aunque para tal injusto logro tuvieran que recurrir a todos los procedimientos.

 

REPRESALIAS – A partir de ese instante comenzaron a utilizar sus armas y comenzó una ofensiva indiscriminada en contra de los reclusos que se sometían al llamado “Plan de Reeducación” y que estaban dispuestos a resistir indefensos la más brutal represión. La primera medida de presión entra en vigor y quedan suspendidas para los presos políticos la entrada de alimentos, libros, medicinas, ropa, etc., procedentes del exterior.  El preso queda de esa manera dependiendo de un mísero y pésimo caldo aguado, como único sostén. La disyuntiva que se presentaba estaba bien clara y no dejaba lugar a dudas, ni había alternativa posible: o se aceptaba el “PLAN DE REEDUCACIÓN”, o se resistía la ofensiva del hambre. La inmensa mayoría decidió resistir y, a los pocos meses, los efectos de la pésima alimentación se hicieron sentir y los presos políticos se desplomaban por docenas.  Diariamente se fue haciendo corriente escuchar múltiples veces la frase ya tan familiar de “al botiquín otro desmayado”.  La anemia se generalizó y las incorporaciones al “Plan de Reeducación” no marcaban los índices apetecidos por el Gobierno. En ese punto decidieron dar por terminada la ofensiva de la primera etapa y al realizar en los presos políticos chequeos de sangre, hemogramas, los resultados fueron los siguientes: Anemia de tres millones de glóbulos rojos y 65% de hemoglobina, en aquellos casos que presentaban mejores condiciones.  De inmediato se autorizó otra vez la entrada de un paquete mensual con alimentos y medicinas. Los presos políticos empezaron a recuperarse poco a poco, pero pronto otra arma de terror aparecía en el escenario.  El Gobierno, ante la preocupación de una nueva invasión, concibió la infernal idea de dinamitar todas las Circulares del Reclusorio Nacional de Isla de Pinos; de esa forma miles de libras de explosivos fueron colocadas en todos los locales, en espera de la orden de exterminio. Varios meses duró esta tensa e inquietante situación y cada vez que se denunciaba el hecho, la respuesta era la misma: “En el Plan de Reeducación no hemos puesto explosivos”.  Por fin se cansaron y las cargas mortales fueron retiradas.  Hubo una corta pausa de relativa tranquilidad y, de inmediato, dieron inicio a la ofensiva de la tercera etapa.  Esta vez los records de brutalidad y salvajismo establecidos en Cuba, serían rotos y nuevas marcas superarían a las establecidas.

 

PLAN ESPECIAL CAMILO CIENFUEGOS – (de trabajo forzado) Todo empezó en forma aparentemente humana y pacífica con la creación de un “plan piloto” de trabajo voluntario que facilitaría al preso político la manera de ejercitar los músculos, respirar sol y aire y realizar una vida más sana.  La mayoría “no tragó el anzuelo” pero, no obstante, para los que aceptaron salir a trabajar aquello era una fiesta y todo lucía bien.  De pronto todo comenzó a cambiar de color y se vio clara la tormenta que se avecinaba, apareciendo la verdadera cara del cruel asunto con el nombre célebre de “Plan Especial Camilo Cienfuegos” (de trabajo forzado).  Las características principales de esa siniestra etapa se tornan imborrables en nuestras mentes.  Los campos de Isla de Pinos y sus canteras de piedras, sintieron el contacto de la sangre de los acribillados a balazos, o atravesados a bayonetazos.  Ni un solo preso político escapó el metal afilado de los machetes descargados con furia sobre sus cuerpos.  Racimos de hombres han quedado marcados o mutilados para toda la vida. Docenas de reclusos enloquecieron al no poder resistir tan tremenda represión.  Un solo día de trabajo forzado, arrojaba un saldo de 500 (quinientos) golpeados y heridos, los huesos fracturados, los cuerpos ennegrecidos por los golpes y las llagas sangrantes, estaban a la orden del día.  La atención médica fue reducida al mínimo y en cada Circular que albergaba mil y tantos hombres, sólo podían dejar de salir al trabajo forzado los veinte casos de mayor gravedad; era así, de esa forma, como se podía contemplar diariamente el terrible espectáculo de heridos y enfermos en filas interminables, marchar rumbo al trabajo forzado, junto a los cientos y cientos de hombres desnudos y descalzos y quemados por el sol.  Después de paralizado el “Plan Especial Camilo Cienfuegos” (de trabajo forzado) y trasladados la totalidad de los reclusos del Reclusorio Nacional de Isla de Pinos a distintas cárceles, anunciaron un nuevo Reglamento Disciplinario, mediante el cual se exigía al preso político una disciplina igual a la vigente en el “Plan de Reeducación”.  Al mismo tiempo todo preso político, o preso común, tendría que ajustarse al nuevo Reglamento. Ya partir de ese instante, todo preso político tendría que vestirse uniforme azul, utilizado por los presos comunes y por los que habían aceptado el “Plan de Reeducación”.

 

IMPOSICIÓN DEL UNIFORME AZUL – Ante la protesta generalizada de los presos políticos, las autoridades de cárceles y prisiones alegaron como respuesta “que ellos no tenían otra ropa que dar y que no se nos permitía que nuestros familiares nos la enviaran como hasta entonces, ya que la ropa azul era la que ellos habían decidido que llevaran todos los presos de Cuba, ya fueran comunes o políticos”.  No obstante la insistencia de todos los presos políticos en poder seguir vistiendo el uniforme amarillo, nada se pudo lograr y la nueva provocación se hizo clara.  Sólo quedaba esperar pacientemente las nuevas medidas de represalia contra todos los que no aceptaran el uniforme azul y su “Plan de Reeducación” con su nuevo Reglamento.

 

REPRESALIAS – Sólo pasaron unas semanas y la brutal ofensiva comenzó de nuevo.  Todo el personal empezó a ser trasladado en pequeños grupos y situados en los peores locales.  Todos los procedimientos de represión fueron similares en todos los locales, siguiendo idéntico patrón.  Al llegar los presos políticos a las cárceles, se les comunicaba que para poder comer tenían que quitarse la ropa amarilla y ponerse el uniforme azul que les entregaban.  Pasaron varios días y casi nadie comía, entonces decidieron traernos la comida. Por las tardes permitían que se saliera a un patio a tomar sol, pero cuando todos se disponían a salir, aparecía la misma historia del comedor: “Si quieren tomar sol tienen que ponerse la ropa azul”. Algunos presos estaban enfermos y solicitaban su traslado al hospital, pero la respuesta era la misma: “Para ser trasladado tiene que ponerse la ropa azul”.  Cuando las autoridades de cárceles y prisiones comprendieron que los resultados apetecidos eran mínimos, fueron llamando a los presos uno por uno y le quitaban por la fuerza el uniforme amarillo y lograban imponer a muchos el azul del “Plan de Reeducación”.  Los que no pudieron ser vestidos de azul, ni aún por la fuerza, fueron lanzados sin ropa en celdas de castigo, sin camas ni colchón, sin ningún tipo de pertenencia, sin nada de nada y allí, en los distintos locales, sintieron pasar el verano, sofocante por la falta de ventilación, y el invierno con sus cuerpos desnudos sobre la humedad del suelo.  En el intervalo de esta etapa se les ocurrió otra idea; en cada celda de presos políticos, metieron grupos de presos comunes. Inmediatamente se dio comienzo a una huelga de hambre, como único recurso tendiente a lograr la separación y anulación de ese procedimiento.  El personal de los locales logró que los separaran a los quince días de huelga.  Otros menos afortunados tardaron veinte días, o más, en lograrlo y la situación se tornó de extrema gravedad para todos.  Al final de este episodio los rostros y cuerpos de los presos políticos que asumieron esta actitud, eran cadavéricos.  Por fin dieron camas y colchones y algunos artículos de higiene personal.  Ya esta situación se prolongaba por más de un año y cuando se preguntaba si nos permitían escribir, recibir correspondencia o visita de nuestros familiares, la respuesta era la misma: “La ropa azul”.  Si se requería alguna operación para algún caso grave, se repetía: “Tiene que ponerse el uniforme azul”.

 

         30 presos poíticos entre los que se encuentra el Ex-Comandante del Ejército Rebelde Eloy Gutiérrez Menoyo, han sido aislados en la Galera Núm. 16 de la Prisión de La Cabaña, sin que se sepa a qué malvados propósitos obedecerá este procedimiento de utilizar una sola Galera, destinada al hacinamiento de presos, para sólo 30 hombres en esta oportunidad.  30 hombres, presos políticos, que se han mantenido desnudos y en franca actitud de rebeldía desde hace 16 meses, en defensa de sus derechos y de los miles de presos políticos cubanos.

10.  En un memorial de 27 de febrero de 1969 se denuncian los siguientes hechos:26  

A partir de diciembre de 1961 prohibieron la entrada al “Presidio de Presos Políticos” de todo tipo de medicinas, con el pretexto de evitar el acaparamiento y la especulación.  Desde abril a diciembre de 1961 las recibían pero no las distribuyeron, para confiscarlas todas al final del año, prometiendo que ellos las iban a proporcionar.  Resultado: ni las permiten llegar ni las facilitan. Los “rehabilitados” las reciben sin estorbo.

 

El pre-requisito es entregar mil gramos de sangre como condición previa a cualquier ingreso, sin importar la gravedad y el tipo de asistencia.  Si no la necesita el político ingresado como ocurre casi siempre, “es mejor, así tenemos para Viet-Nam”, responden. Los “rehabilitados” que ingresan no necesitan donar sangre.

 

Más del cincuenta por ciento de la población penal ha perdido el setenta y cinco por ciento de la dentadura.  Es raro el caso del político que no ha requerido varias extracciones.

 

La “Rehabilitación” – es el plan del régimen para atraer y comunizar a los débiles y vacilantes, brindándoles ventajas materiales y una promesa de “libertad”.  Este es el “sumidero rojo” donde reciben a los que desesperan de la libertad.  Características: obediencia ciega, trabajo voluntario y estudiar mucho marxismo-leninismo.  No los maltratan.

 

Libros y Material de Lectura – hasta abril de 1961 estuvo terminantemente prohibida cualquier letra impresa.  Ofrecen gratuitamente “sus libros” seleccionados que, como es natural, se rechazan.  En algunos momentos han permitido entrar algunos libros, abundando las incautaciones y planteándoles a los familiares la “conveniencia” de mezclarlos con sus “libros” para “facilitar” el paso de “todos” los que puedan conseguir, sin riesgos de devoluciones o pérdida.

 

Visitas – de dos personas, familiares hasta el segundo grado de consanguinidad incluyendo la esposa.  Se les requisa y se les registra sin el menor respeto o recato por “expertas profesionales” que no perdonan ni ancianas ni niñas.  Esto ocurre incluso cuando una malla separa al político de su familia.  No tiene régimen estable, por ejemplo: en algo más de ocho años que llevo en prisión (de 64 que fui condenado) he pasado cinco años y medio sin visitas y en el tiempo restante la mayor proximidad entre ellas fue de tres meses con una hora de tiempo límite para visita y no es un caso muy especial, de ahí la total incomunicación y las dificultades insuperables para poder hacerme escuchar.

 

            Correspondencia – el mismo régimen de las visitas.  He pasado cinco años sin recibir correspondencia, y más de seis sin poder enviar y claro, censurada al modo rojo.  Estoy en presidio desde noviembre de 1960, condenado en las Causas 580 y 600 de ese año en la primera a veinticuatro años y en la siguiente a cuarenta años, para totalizar sesenta y cuatro años.  En aquella época todavía el acusado tenía el derecho a la asistencia de un abogado defensor.  Durante los meses de enero y febrero de 1961 permanecí en las capillas de la prisión militar de La Cabaña, por encabezar un movimiento de protesta contra los fusilamientos masivos, hasta el traslado a Isla de Pinos, donde al llegar seguí a un calabozo de las mazmorras por declararme demócrata, sostenerlo y no retractarme, hasta mediados de abril de 1961. Cuando me refiero a un calabozo, quiero decir en completa soledad, desnudo o en calzoncillos y durmiendo en el suelo, a finales de octubre de 1961 me conducen de nuevo al calabozo por expresarme censurando la recogida de doscientos mil cubanos cuando la invasión de Playa Girón, donde permanecí hasta abril de 1961 (seis meses) y un ingreso de veinticuatro horas en el hospital del presidio. Olvidé señalar que cuando la invasión de Playa Girón se produjo, fuimos dinamitados por primera vez con dos toneladas de dinamita por circular (edificio para albergar 550 presos, donde hacinaban a no menos de mil doscientos) hasta mediados de julio de 1961.  Recibí mi primera visita en el hospital aquel día con fuerte custodia. En abril de 1962 colocan cargas de TNT para demolición, con dos líneas de detonación, una eléctrica y la segunda de pólvora de alta velocidad utilizando tres toneladas por circular, totalizando veinticinco toneladas de TNT en total en presidio.  Permanecimos encerrados y dinamitados durante dos años viviendo sobre aquel infierno explosivo. Al producirse la crisis de octubre, con otros cientos de presos abrimos un túnel para desconectar el explosivo.  Descubierto un mes más tarde, me dejaron por muerto en un calabozo desde mediados de noviembre de 1961 hasta cumplirse seis meses a mediados de mayo de 1963 bajo amenaza de muerte “por cualquier cosa” ya que no retiraron los explosivos hasta abril de 1964.  En vista de que ni aún los explosivos impulsaban a los políticos a “rehabilitarse” ante el fracaso del “plan de comunización”, decidieron “desintegrar el Presidio a como dé lugar” convirtiéndolo en campo de liquidación y exterminio con la entronización del trabajo esclavo para explotar económicamente a los políticos mediante el trabajo, dividirlo en grupos más pequeños para facilitar la más adecuada liquidación de cubanos presos, indefensos e inermes.  Durante todos estos años no nos permitieron nunca recibir ni un rayo de sol.  Con el trabajo se iniciaba la etapa más vejaminosa, cruel, bárbara y criminal contra los presos políticos.  En enero de 1965 hasta marzo de 1965 permanecí en calabozo por protestar contra el establecimiento del plan especial de trabajo esclavo.  En mayo y junio de nuevo, por el asesinato alevoso y miserable de cuatro presos políticos en una “práctica de ruleta rusa” cuando estaban en el campo de trabajo.  Contando esta última estancia en las mazmorras el total ascendía a casi veinte meses de calabozo, es decir, solo, prácticamente desnudo y siempre en el suelo limpio.  Estos hechos no constituyen algo diferente, decenas de presos políticos padecieron similares rigores y torturas durante esos años.  Sólo en la Isla de Pinos el forzado lo iniciaban de cuatro a cinco antes meridiano sin despuntar el sol y regresaban de seis a siete pasado meridiano.  Después de haberse puesto.  El domingo daban medio día “para lavar la ropa”. Ya en septiembre de 1965 habían asesinado diecisiete presos políticos, todos dentro del cordón del cerco de la escolta.  Diariamente apaleaban o aplanaban a machete y bayoneta, o pinchaban con varas de buey de trescientos a cuatrocientos hombres.  Herían un aproximado de quince al día con tendones cortados, perforaciones de veinte y veinticinco puntos, venas y arterias seccionadas, etc. Lisiaban de las manos o los pies de seis a diez mensuales, con veinte fracturas de huesos, también mensuales.  Llegaron a implantar un terror tan dantesco que en una ocasión penetraron en la Circular No. Uno a las tres antes meridiano para despertar los presos a planazos y al cundir el pánico inevitable, seis políticos se lanzaron al vacío desde los pisos ocasionando un muerto y dos lisiados y todos hacia el hospital. Mensualmente se le iniciaba tratamiento siquiátrico a unos diez o doce presos políticos, desequilibrados por la tensión emocional insufrible a que los castristas sometieron al presidio.  A finales de septiembre de 1965 al negarme a participar en el forzado –a lo que no estaba condenado ningún preso político- y como denuncia y protesta por las atrocidades, los asesinatos incesantes, crecientes e indiscriminados cometidos, todos –menos uno- en el campo iniciamos una huelga de hambre.  Al cumplirse veintinueve días me pasan una transfusión de sangre y otra a los treinta y uno.  “El asunto no es que te mueras, sino que trabajes para el comunismo”, me decían y comenzaron a pasarme líquidos por sonda.  Me mantuvieron amarrado inmovilizado, durante tres meses y medio, con la sonda fija hasta setenta días en que comenzaron a aplicar nuevos planes.  Amarrado sobre una silla de ruedas a partir de las doce del día, dos horas bajo el sol y un cubazo de agua fría al final.  Los últimos meses, cuatro los pasé desnudo inmovilizado, comiéndome los mosquitos día y noche.  Al cumplirse nueve meses me trasladaron en ambulancia para La Cabaña.  Cesé la huelga con las piernas ya paralizadas en junio de 1966.  Inmóvil, prácticamente baldado dentro de una galera con doscientos cincuenta presos más en un área que no alcanzaba a más de un metro cuadrado por persona.  En otras galeras era aún mayor el hacinamiento.  En enero de 1967 me trasladaron al Hospital hasta mediados de abril en que salí apoyándome en un bastón, pesando ciento cinco libras, de ciento sesenta peso normal.  Ante la repulsa continental y mundial se vieron obligados a evacuar Isla de Pinos donde no quedó “un solo metro cuadrado sin regar profusamente con sangre cubana de presos políticos”.  Saldo: setenta y siete asesinatos (diez veces más en menos de tres años que todos los anteriores gobiernos de Cuba juntos en sesenta años, es decir: Doscientas veces más asesinatos de presos políticos –sólo en Isla de Pinos (seis mil quinientos políticos) cuando el total ascendía en todo el país a no menos de setenta mil – en términos reales.  Ciento sesenta y siete lisiados más de trescientos enloquecieron y varios miles conservan en su cuerpo las cicatrices imborrables de aquella jornada de sevicia infinita y salvaje criminalidad.  En julio de 1967 quisieron cambiarnos de uniforme, y ponernos el que usan los presos comunes y los rehabilitados. En calzoncillos, en el suelo, sin ninguna pieza de ropa más, sin comida, ni atención médica, ni visita.  Peor aún que bajo el Plan de Trabajo esclavo. Fui trasladado a los dos días del inicio del plan “Tortura y tuberculosis sin bayoneta, ni tiro” como nombraban a un calabozo colectivo con veintitrés más prácticamente bajo tierra, sin ver jamás el sol o el cielo, dependiendo para respirar del aire que impulsaba un ventilador de pared, conectado a través de un túnel a la superficie. 1968: Año Mundial de los Derechos Humanos.  Permanecimos así, en las condiciones que relaté antes, hasta el cuatro de agosto de 1968. Más de un año.  Durante ese tiempo de lo poco que pude enterarme al regresar por dos días al patio de La Cabaña es que habían aplicado hasta donde sabíamos “la ley de fuga” en treinta y ocho ocasiones, a los que aceptaron el cambio de uniforme y fracasaron cinco veces al disparar por la espalda; treinta y tres presos políticos acribillados a balazos, y cuatro hospitalizados, probablemente.  Nos dijeron ahora “les vamos a dar sus derechos”, una visita trimestral con un paquete de quince libras por preso, una carta al mes y claro, ninguna atención médica o medicinas.  El veintiséis de julio de 1967 cuando iniciaron este plan de desnudez permanente, para la tisis, varias centenas de presos políticos les expresamos que resistiríamos sin límite el rigor y los años que mantuvieran vigente el nuevo plan y que desde entonces declarábamos y demandábamos el restablecimiento de las condiciones carcelarias establecidas por el Derecho Internacional y plasmadas en los reglamentos de la Organización de las Naciones Unidas sobre esta materia.  Así el propio cuatro de agosto de 1968 inicié una huelga de hambre y sed encaminada al restablecimiento de condiciones de vida en presidio correspondiente a las normales garantías establecidas por el Derecho Internacional o a morir en la demanda.  A los veintisiete días me colocaron suero fisiológico.  En esta ocasión emplean métodos todavía más infrahumanos que los anteriores, continuos traslados, presión incesante por soplones desordenados, el chantaje de los carceleros, sin conciencia, la coacción y la violencia de los cuerpos represivos (Seguridad del Estado) amenazas tenebrosas de electro socks para hacerme olvidar el pasado y eliminar el odio al castrismo, la más absoluta soledad y la vigilancia implacable sumada a todos los abusos de poder.  Por ejemplo en un nuevo traslado fui conducido en camilla al primero de noviembre a un cuatro de oficinas, frío, sin ninguna instalación sanitaria en un remoto confín del Castillo del Príncipe.  Suspendieron la sonda y me dejaron por muerto (noventa y cinco libras) amarrado en una colombina.  La aparición de una pielo-nefritis y varias hemorragias los determinaron a regresar a los sueros, y posteriormente setecientos cincuenta gramos de plasma en tres venoclisis.  Se proponen producirme lentamente la muerte, ya reconocen que “no podemos levantarte con la sonda”.  (Noventa libras y las piernas paralizadas, escupiendo sangre a cada tres o cuatro días).

 

Esta es la verídica situación actual señores Miembros de la Comisión de Derechos Humanos.  He aprovechado los segundos en que me sueltan las manos para “con la vida” o “lo que pueda quedar de ella” escribirles estas letras.  Sólo demando el restablecimiento de las condiciones carcelarias según las Regulaciones de la Organización de las Naciones Unidas sobre la materia”. 

          11.          En una comunicación de 5 de agosto de 1969, transmitida a la Comisión el 28 del mismo mes y año, se expresa lo que sigue:27 

Nosotros un grupo de presos políticos en Cuba, en estado de invalidez, solicitamos que se interceda por nuestra libertad ante el Gobierno cubano.

 

Denunciamos ante ese Organismo que llevamos 7, 8 y 9 largos años sometidos a una prisión despiadada e inhumana en donde se nos ha hecho trabajar forzosamente a fuerza de palos, tiros y bayoneta en cuyo lugar han perdido la vida varios de nuestros compañeros. Además desde marzo de 1967, estamos sin otra ropa que nuestros calzoncillos debido a que el régimen quiso imponernos el uniforme que visten los presos comunes.

 

Nuestra situación actual es delicada y desesperada porque nos encontramos inválidos desde agosto de 1968 a consecuencia de una huelga de hambre prolongada y, aún así, nos tienen hacinados en unas celdas que aquí llaman “galeras”, lugar en el cual la vida se hace imposible aún para los que pueden caminar; la higiene no existe, no hay servicios sanitarios y no recibimos ningún tipo de asistencia médica. No se permite que nuestros familiares hagan algo por nosotros.

 

Conforme a la Ley 993 de 1961 el preso o reclusos que hubieren cumplido la cuarta parte de la sanción podían ser puestos en libertad condicional.  Nosotros ya hemos cumplido toda la condena pero se nos mantiene aquí.           

12.          Con una comunicación de 10 de enero de 1969, se acompañó la siguiente lista de presos políticos de ambos sexos necesitados de asistencia médica:28 

1. EDUARDO ANGEL BETANCOURT MENESES No. 28885 Causa 238 de 1961, Galera 11, La Cabaña.  Habana.  

2. ENRIQUE CEPERO FERRER No. 33 Causa de 1963, Pabellón C Celda 15, Guanajay, Pinar del Río. 

3. CARLOS DARÍO DOMENECH BERTOT No. 29126 Pabellón 4-B Cárcel de Boniato, Santiago de Cuba.  

4. MANUEL ALBERTO MIRALLES VILLAR No. 8003 Galera 12, La Cabaña, Cuba.

5. AGUSTÍN PERA HERNÁNDEZ No. 28223 Causa 698 de 1960, Granja el Mijial, Pto. Padre, Oriente.

6. RAMIRO GÓMEZ BARRUECO No. 30581 Causa 198 de 1961 Granja el Mijial, Pto. Padre, Oriente.

7. PEDRO LUIS BOITEL ABRAHANTES No. 26621 Causa 600 de 1960 trasladado al Hospital Militar de La Habana.

8. PEDRO FRAGINALS ALONSO No. 28778 Causa 360 de 1961 Cárcel de Boniato, Santiago de Cuba.

9. GIORDANO HERNÁNDEZ FRAILE No.. 26026 Galera 11, La Cabaña, Habana.

10. MARIO CARLOS SANTOS BUCH Y DE LA CRUZ No. 1507 Causa 462 de 1963, Sandino, Pinar del Río.

11. RENÉ AGUSTÍN DE LA UZ PERA No. 3420, Granja de Artemisa, Pinar del Río.

12. RAFAEL NEWTON ORIHUELGA DEL TORO No. 2502 Causa 423 de 1966 Melena del Sur No. 2, Habana.

13. EDUARDO FRANCISCO CAPOTE RODRÍGUEZ No. 1327 Causa 141 de 1966, Galera 16, La Cabaña Habana.

14. PEDRO DÍAZ MARTÍNEZ ACOSTA No. 459 Causa 183 de 1964, Galera 16 La Cabaña, Habana.

15. ANTONIO LORIE ESCALONA Causa 336 de 1963 Pabellón 5, Cárcel de Boniato, Santiago de Cuba.

16. DAGOBERTO M. CAPO PERAZA No. 33947 Causa 26 de 1963, Cárcel de Pinar del Río.

17. ADELO JOSÉ GUGLIATTO ROCA No. 2645 Granja Melena 2, Melena del Sur, Habana.

18. MANUEL DE JESÚS REYES GARCÍA No. 31597, Cia 1, Sandino, Pinar del Río.

19. SANTIAGO VIRGINIO RUIZ MARTÍNEZ No. 34473, Galera 8 La Cabaña, Habana.

20. GELY ANGEL VALERO VALZOLA No. 34507 Causa 404 de 1963, Cia 1, Sandino, Pinar del Río.

21. CARLOS JARRO DE LA ROSA No. 26993 Cia 1, Sandino, Pinar del Río.

22. BERNARDO PARADELA IBARRECHE No. 32427 Galera 7, La Cabaña, Habana.

23. HOMERO GUTIÉRREZ ALFONSO No. 26461 Cia 1, Sandino Pinar del Río.

24. JESÚS YANEZ PELLITIER Galera 8, La Cabaña, Habana

25. PLÁCIDO HERNÁNDEZ No. 3427, Galera 20, La Cabaña, Habana.

26. GREGORIO HERNÁNDEZ DOCAL No. 397 Cia 2, Campamento 3, Sandino, Pinar del Río.

27. RUPERTO GONZÁLEZ GONZÁLEZ Causa 27 de 1961, Juicio Mayo 9 de 1962, Campamento 1, Pinar del Río.

28. CÉSAR JOSÉ PÁEZ SÁNCHEZ No. 135 Galera 8, La Cabaña, Habana.

29. ALEJANDRO MARCHESER SERENTIL Causa 102 de 1961, Galera 7, La Cabaña, Habana.

30. ANGEL TORRES MENA Causa 79 de 1962 Cárcel de Sandino, Pinar del Río.

31. RAFAEL GARCÍA RUBIO No. 28909 Galera 7, La Cabaña, Habana.

32. JUAN BAUTISTA MADRUGA VALDES Causa 154 de 1965, Cárcel de Boniato, Santiago de Cuba, Oriente.

33. MANUEL SANJURJO PAZ No. 4873 Causa 192 de 1963, Galera 10, La Cabaña, Habana.

34. MANUEL PINTADO GARCÍA No. 2325 Galera 34, La Cabaña, Habana.

35. DOMINGO ORTEGA ACOSTA No. 310 Galera B-4, La Cabaña, Habana.

36. NOEL SALAS SANTOS No. 884-A Causa 83 de 1965, Galera 8, La Cabaña, Habana.

37. CARLOS ROLOFF ACOSTA No. 7045 Galera 14, La Cabaña, Habana.

38. JOSÉ ANTONIO MOJENA ORTEGA No. 84 Causa 600 de 1960, Centro Seguridad Pinos Altos, Pinar del Río.

39. AROLDO HERNÁNDEZ LUEGE No. 26028 Galera 8, La Cabaña, Habana.

40. ROBERTO BORBOLIA ROQUETTA Galera 23, La Cabaña, Habana.

41. FRANCISCO MENÉNDEZ LAMAS No. 31553 Causa 548 de 1962, Campamento Bay, los Palacios, Pinar del Río.

42. LUIS DE LA PAZ MITRE No. 120 Galera 7, La Cabaña, Habana.

43. ANGEL RÓMULO TERAN GALÁN No. 1523 Causa 31 de 1961, Galera 9, La Cabaña, Habana.

44. MARIO LIZASO CUERVO Causa 313 de 1961, Pabellón 4, Cárcel de Boniato, Santiago de Cuba, Oriente.

45. JOSÉ HEREDIA AGUIRRE No. 29149 Melena 2, Melena del Sur, Habana.

46. PEDRO JULIO MARTÍNEZ FRAGA Causa 36 de 1964 Cia 1, Sandino, Pinar del Río.

47. JULIO HERNÁNDEZ ROJO No. 32404 Galera 7, La Cabaña, Habana.

48. CARLOS PEÑA JUSTIZ ARRIETA No. 30583 Pabellón 4-C Cárcel de Boniato, Santiago de Cuba.

49. ENRIQUE MONESTINA RIVERO No. 2191 Galera 12, La Cabaña, Habana.

50. LINO LÓPEZ QUINTANA No. Causa 385 de 1961, Galera 8, La Cabaña Habana.

51. RAÚL ALFONSO GARCÍA MEITIN Campamento 1, Sandino, Pinar del Río.

52. MIGUEL ANGEL PÉREZ RIVERON No. 3102 Causa 55 de 1962, Guanes, Pinar del Río.

53. OSCAR NEMESIO SUÁREZ MONTIEL No. 3130 Granja Aguica, Matanzas.

54. FRUCTUOSO R. CASTILLO HERNÁNDEZ No. 2754 Granja 2, Melena Sur.

55. LINO FERNÁNDEZ MARTÍNEZ Galera 7, La Cabaña, Habana.

56. TOMÁS PEDRO REGALADO MOLINA No. 607, La Cabaña Habana.

57. MOISÉS DE LOS SANTOS DUARTE POSADA No. 33129, La Cabaña, Habana.

58. JOSÉ MIGUEL MENDIOLA FERNÁNDEZ No. 727-A Causa 191 de 1960, Galera 7, La Cabaña, Habana.

59. FRANK EMMICK No. 5705 Galera 9, La Cabaña, Habana.

60. GUILLERMO LEIVA BORY Melena 2, Melena del Sur, Habana.

61. RAÚL VERRIER VITAL Causa 600 de 1960, Galera 8, La Cabaña, Habana.

62. GUILLERMO AMANCIO ESTÉVES DE ARCOS No. 23115, La Cabaña, Habana.

63. LUIS CUZA PORTUONDO No. 20581 Causa 250 de 1963, Galera 8, La Cabaña, Habana.

64. ARMANDO DEL BUSTO HERNÁNDEZ No. 24, Galera 34, La Cabaña, Habana.

65. AGUSTÍN PIÑERA MACHIN No. 23142, Sandino, Guanes, Pinar del Río.

66. RAFAEL DEL BUSTO PADÍN Galera 9, La Cabaña, Habana.

67. JORGE SÁNCHEZ VILLALVA GARCERAN DE VAL No. 33245, La Cabaña, Habana.

68. ROBERTO AMADOR FAJARDO ALARCÓN No. 9387 Galera 9, La Cabaña, Habana.

69. ARMANDO BLANCO BOIX No. 35973, La Cabaña, Habana.  

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25   Comunicación No. 1599, en los Archivos de la Comisión.

26   Comunicación No. 1604, en los Archivos de la Comisión.

27   Comunicación No. 1643, en los Archivos de la Comisión.

28   Comunicación No. 1598, en los Archivos de la Comisión.