CAPITULO
VI
DERECHO
A LA SEGURIDAD E INTEGRIDAD PERSONAL Seguidamente se transcriben las normas internacionales contenidas en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y las nacionales contempladas en la nueva Constitución Política de la República de Colombia de 1991, que protegen, defienden y sancionan las violaciones a estos derechos fundamentales: A.
NORMAS LEGALES VIGENTES RELACIONADAS CON ESTE DERECHO
B.
FORMAS COMO SE VE AFECTADO ESTE DERECHO
El derecho a la seguridad e integridad personal fue ampliamente
analizado en el informe del año 1981 de la CIDH, en consideración a las
múltiples denuncias entonces recibidas sobre la aplicación de apremios
ilegales y torturas infligidos a los detenidos, en el momento de su
captura, durante el proceso de interrogación, de investigación y
posteriormente, inclusive, en algunos de los centros de detención como la
Penitenciaría Central de La Picota de Bogotá, la Cárcel Modelo de Bogotá,
la Cárcel de Bella Vista en Medellín, la Cárcel Villanueva en Cali, la
Cárcel Modelo y el Buen Pastor en Bucaramanga y en algunos centros
militares de detención, la Escuela de Artillería, la de Caballería, y
la Brigada de Institutos Militares y Batallón Baraya en Bogotá, todos
ellos visitados personalmente por la Comisión.
La conclusión a que llegó la CIDH, en tal oportunidad, de acuerdo
con el examen de los documentos e informaciones que obran en su poder, fue
que se habían cometido graves violaciones al derecho a la seguridad e
integridad personal. Estas
violaciones, consistentes en apremios ilegales y torturas, se habían
efectuado en la etapa de los interrogatorios de las personas detenidas por
razón de las medidas promulgadas para combatir la violencia proveniente
de la acción de grupos subversivos.
La Comisión observó también que, a través de la Procuraduría
General de la Nación, se habían abierto y tramitado procedimientos de
investigación encaminados a verificar las denuncias relativas a tales
violaciones sin que los mismos hubiesen culminado, en la casi totalidad de
los casos, con la sanción correspondiente de los presuntos responsables.
En muchos casos se había
procedido al archivo de los expedientes por falta de mérito para
proseguir la investigación judicial y era evidente que los esfuerzos para
prevenir y reprimir tales abusos no habían producido resultados
suficientemente efectivos.
En comparación con el cuadro a que se hace referencia en dicho
informe, evidentemente la situación de los derechos humanos ha cambiado
en Colombia en lo que se refiere al derecho a la seguridad e integridad
personal. Las cárceles
colombianas no están ahora llenas de presos políticos y prácticamente
hay pocos presos políticos en Colombia en consideración a que la violación
al derecho a la vida es hoy de gravísimas proporciones.
Prueba de ello son los cadáveres que han aparecido y que
lamentablemente continúan apareciendo diariamente en diversas ciudades de
Colombia con inequívocos signos de maltratos y torturas, lo que implica
una violación continuada del derecho a la integridad y seguridad
personales que se agrava con la violación al derecho a la vida.
C.
DENUNCIAS RELATIVAS A ESTE DERECHO
Un caso, entre tantos, verdaderamente explicativo sobre la forma
como se aplica el maltrato y la tortura a las personas que son víctimas
de capturas ilegales y posteriores desapariciones por parte de grupos
paramilitares, que cuentan con el apoyo, participación, o complicidad de
las Fuerzas Armadas colombianas, denunciado por una institución seria,
confiable y ponderada como es la conferencia de religiosos de Colombia --Conferencia
Intercongregacional de Justicia y Paz-- lo constituye el Caso 11007
ocurrido en el Municipio de Trujillo, Departamento del Valle del Cauca,
donde 52 personas fueron víctimas de una cadena de acciones criminales en
la que participaron, como ha quedado acreditado, miembros de la fuerza pública
en el ejercicio de sus funciones, en estrecha colaboración con grupos
armados de civiles al servicio de los narcotraficantes.
El testigo principal, señor Daniel Arcila, describe así uno de
los actos de tortura practicados por el Mayor del Ejército de Colombia en
servicio, Alirio Urueña Jaramillo, del Corregimiento La Sonora de la
indicada localidad, en una estancia de propiedad de un narcotraficante
denominada "La Granja", finca ésta en la que se hacía
funcionar una base de coordinación de los operativos que se practican en
dicha localidad:
El Mayor les pone en la cara un chorro de agua a presión con
manguera, les levanta las uñas con navaja, les quita pedazos de la planta
de los pies con corta-uñas, los corta y les echa sal, luego con un
soplete de gasolina que lanza llama le queman en distintas partes del
cuerpo y la carne se raja y se levanta el cascarón, les pone el chorro de
llama en la zona genital, les corta el pene y los testículos y se los
mete en la boca a las mismas víctimas y finalmente los descuartiza con
una motosierra y al hacer esto, los torturadores gritaban 'ai hombre'.
"... yo le pregunté a uno de ellos que qué sería o qué les
hacían con la motosierra, y me dijo que les cortaban la cabeza y por la
mitad para dejarlos desangrando ese día para botarlos por la noche.
Después los iban echando a una pieza enmallada a uno por uno... yo
ví los cadáveres, fue cuando los estaban echando a la volqueta, estaban
dentro de los costales, eran como doce costalados, en un costal echaban
los troncos y en el otro echaban las cabezas.
Sobre el arrojo de los cuerpos destrozados al río Cauca, relata
Daniel Arcila: "a todos
los mataron así, entonces por la noche fueron y los botaron... fue en la
volqueta Ford azul 56". "Eso
fue el domingo por la noche que botaron los cadáveres, eso fue el primero
de abril por la noche". "...
yo transporté los cuerpos de las personas que fueron torturadas y muertas...
me tocó hacerlo porque si no lo hacía yo era hombre muerto".
"... para llevar los once (11) cadáveres al río se hizo en
una volqueta que yo manejé y fueron unos 15 autodefensas, el Teniente y
el Sargento en otros carros..."
La víctima central del presente caso es el sacerdote Jesuíta
Tiberio de Jesús Fernández Mafla, quien se había destacado desde su
juventud como líder campesino y entusiasta promotor del cooperativismo.
Desde su llegada a Trujillo el Padre Tiberio había promovido
labores sociales en su parroquia en beneficio de los sectores económicamente
más deprimidos, promoviendo la formación de empresas comunitarias
urbanas y rurales, inculcando en los pobladores el valor por las
organizaciones de base.
El día 17 de abril de 1990 el Padre Tiberio se desplazó a
la ciudad de Tuluá con el propósito de presidir las honras fúnebres en
beneficio de una persona que había sido asesinada el día anterior.
En el camino que conduce a dicha localidad, frente a la entrada de
una hacienda denominada El Topacio, había un grupo de personas que al
paso del taxi en que se movilizaba el Padre Tiberio, ocultaron sus rostros
en el interior de un campero Toyota color blanco, lo que pudo ser
observado por las personas que venían en el taxi con el sacerdote.
De regreso a Trujillo, distante unos 25 km. de Tuluá, diferentes
personas, entre ellas el Alcalde de la localidad, vieron otro campero
blanco y dentro de él varios sujetos armados.
En el camino de retorno fue detenido el vehículo donde viajaba el
Padre Tiberio con otras personas, entre ellas con una sobrina, Alba Isabel
Giraldo Fernández, de 22 años de edad.
Interceptado el carro en que viajaba el sacerdote, éste y sus
acompañantes fueron sacados a la fuerza e introducidos en otro vehículo.
Testigos presenciales reconocen algunos de los hombres armados que
secuestraron al Padre Tiberio, cuyo cadáver fue rescatado el 23 de
abril por un poblador en el Río Cauca, sin cabeza, abiertos el tórax
y el abdomen, mutilado y castrado con los más aterradores signos de
crueldad. Al día siguiente
fue reconocido por familiares y amigos. Al cotejar unas placas de radiografías que se poseían sobre
fracturas sufridas por el sacerdote en dos accidentes, su identidad quedó
plenamente comprobada.
D.
INFORME DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION REFERENTE A ESTE
DERECHO
Como se ha mencionado en el Capítulo I, durante la visita de la
Comisión Especial Preparatoria de diciembre de 1990, el entonces
Procurador Delegado para los Derechos Humanos, Dr. Jaime Córdoba Triviño,
formuló algunas declaraciones públicas sobre el tema de las detenciones
ilegales, las desapariciones y los malos tratos y torturas como métodos
usados por los organismos de seguridad de las Fuerzas Armadas de Colombia
que, por provenir de fuente tan autorizada, resultaron de importancia para
las tareas investigativas de la Comisión Especial.
Según el Procurador para los Derechos Humanos "la desaparición
forzada de personas se ha venido utilizando en Colombia como un método de
investigación de los organismos de seguridad del Estado:
se captura subrepticiamente a las personas, se le oculta a los
organismos de control su detención, se les somete a tortura, se obtiene
información..."
El Dr. Córdova Triviño, enumerando algunas de las torturas que se
practican en el país, mencionó los plantones al sol durante el día y al
sereno de la noche, el sometimiento a golpes, las amenazas de muerte,
observar la tortura de otras personas, simulacros de ejecución sumaria
mediante el disparo de armas sin munición, añadiendo además sobre este
particular que "la inventiva de los organismos de seguridad del
Estado ha enriquecido esta lista".
La repetida práctica de la desaparición forzada de personas por
parte del Estado a que hace referencia el Procurador Delegado para los
Derechos Humanos de Colombia, constituye un hecho muy grave del cual la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya estaba informada con
anterioridad, por la cantidad de denuncias que sobre este particular viene
recibiendo frecuentemente.
El mismo Dr. Córdova Triviño, aclarando los alcances de estas
declaraciones precisó, sin embargo, que si bien la tortura y la
desaparición de personas son imputables en muchos casos a agentes del
Estado, tales prácticas no corresponden a una política del Estado o de
sus Fuerzas Armadas.
Además de este testimonio de carácter excepcional, la Comisión
Especial tuvo también la oportunidad de ser informada, por fuentes dignas
de todo crédito, sobre la práctica muy generalizada de aplicar severos
malos tratos y torturas a los detenidos por razones de orden político.
Los mismos métodos son empleados también, según se informó a la
Comisión Especial, para lograr información de los delincuentes acusados
de delitos comunes y de las personas sindicadas de colaborar con el
narcotráfico.
De acuerdo con el informe de la Procuraduría General de la Nación
de septiembre de 1991, realizado exclusivamente sobre quejas y asuntos
tramitados ante esa entidad, se señala que existen cerca de 272
expedientes investigados por dicha entidad, en relación con la situación
de 664 presuntas víctimas de torturas, dando cuenta que en el 48.48% de
los casos se responsabilizaba de las torturas a los miembros de la Policía
Nacional, en el 20.47% a las fuerzas militares y el 29.17% se mantenían
en averiguación de los responsables.
De las 664, el 46.58% eran campesinos, el 16.97% trabajadores
independientes y del sector informal y el 12.42% eran reclusos.
En lo concerniente a los malos tratos y lesiones personales, el
informe del Procurador da cuenta de que esta es la violación de los
derechos humanos que se denuncia con más frecuencia ante la Procuraduría,
la que había recibido un total de 941 denuncias de personas que
reportaban haber sido objeto de agresión física y de diferentes formas
de lesiones personales por parte de agentes del Estado. Destaca el informe que el 76.25% de los funcionarios
denunciados pertenecían a la Policía Nacional, aclarando que de ellos
155 funcionarios habían sido sancionados, de los cuales en efecto, 148
pertenecían a los cuerpos policiales.
En un comunicado más reciente, la Procuraduría señala que
diariamente en Colombia se denuncia ante el ministerio público la tortura
de un ciudadano. Entre abril
de 1991 y julio de 1992 se han presentado 304 quejas por torturas, de las
cuales el 47% han sido archivadas (144 casos), el 45% están en indagación
preliminar o en investigación (137 casos) y el 8% han sido falladas (23
casos). Involucran estas denuncias a 106 miembros de la Policía Nacional,
93 del Ejército, 9 del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS y 6
del Cuerpo Técnico de Policía Judicial.
E.
OTROS CASOS RECIENTES CONOCIDOS POR LA COMISION
La Comisión ha continuado recibiendo información de fuente seria
y digna de crédito que da cuenta de la continuación de la práctica de
la tortura en Colombia.
El día 19 de mayo de 1992, en la ciudad de Barrancabermeja (Departamento
de Santander) el campesino Enrique Saavedra fue torturado, junto con tres
agricultores más, luego de que fueran detenidos en la vereda El Pueblito
por una patrulla del Batallón Nueva Granada.
Según declaración de testigos, los campesinos fueron golpeados y
amenazados de muerte bajo la sindicación de ser "guerrilleros".
Las organizaciones de derechos humanos denunciaron que la población
civil continúa siendo víctima de abusos por parte de la fuerza pública,
en su lucha contrainsurgente, todo ello bajo la concepción militar de que
todos los campesinos son "auxiliares de la guerrilla".
En relación con el problema de la tortura en la localidad de
Barrancabermeja, CREDHOS, el Comité de Derechos Humanos de dicha región,
presentó a la Comisión Especial de la CIDH un álbum conteniendo
fotografías de cientos de personas residentes de dicha área,
horrorosamente desfiguradas por la tortura.
El 7 de mayo de 1992, en la ciudad de Barranquilla, Departamento de
Atlántico, el señor Luciano Pérez Cueto fue encontrado asesinado en la
vía Juan Mina. Presentaba
varios impactos de arma de fuego en la cabeza.
El padre de la víctima denunció que ésta había sido sacada por
varios policías a la fuerza de una tienda del barrio Las Américas y
obligado a abordar un taxi; que había recibido puños y patadas y lo habían
herido en la cabeza con la cacha de un arma. El padre pretendió seguir el taxi en que se llevaron a la víctima,
pero los policías amenazaron con matar al muchacho si los seguía.
Seguidamente, como una muestra de la manera como la Comisión mes a
mes recibe los informes sobre malos tratos y torturas, que varían el
panorama de los derechos humanos en lo concerniente a este derecho, se
transcribe a continuación el informe estadístico enviado por el Centro
de Investigación y Educación Popular CINEP correspondiente a junio de
1992, y que incluye una relación de personas asesinadas, con muestras de
torturas, debidamente identificadas.
Junio 3. LUIS
ALFONSO LOPEZ RESTREPO, Caldas (Antioquia).
Comerciante encontrado asesinado, junto con dos personas más, en
la vía al municipio de Fredonia a la altura de la vereda Piedra Verde.
Residía en Bello. Los
cuerpos de las víctimas presentaban múltiples impactos de arma calibre 9
mm y estaban parcialmente quemados con ácido sulfúrico.
Las víctimas habían sido detenidas en diferentes sitios de Medellín. SADY
FERNEY PEREZ URIBE, Caldas (Antioquia).
Estudiante
de Historia de la Universidad Nacional, Seccional Medellín, encontrado
asesinado en la vereda Sinifariá. Presentaba
múltiples impactos de arma de fuego, señales de tortura y estaba
parcialmente quemado. Residía
en el Barrio Obrero de Medellín y días antes había sido sacado a la
fuerza de la Universidad por desconocidos.
MARIA
LUISA PARRA NOSA, Caldas (Antioquia).
Encontrada
asesinada, junto con su esposo y un comerciante, en la vereda Piedra
Verde. Presentaba señales de
tortura y estaba quemada con ácido sulfúrico.
Las víctimas habían sido detenidas en diferentes sitios de Medellín.
JOSE
BENIGNO CAÑAS ZAPATA, Caldas (Antioquia).
Encontrado
asesinado, junto con su esposa y un comerciante, en la vereda Piedra
Verde. Presentaba señales de
tortura y estaba quemado con ácido sulfúrico.
Las víctimas habían sido detenidas en diferentes sitios de Medellín.
Junio 4. MAXIMO
SERGIO FLOREZ SANCHEZ, CARLOS MARIO HENAO y JORGE NARVAEZ, Riohacha (La
Guajira). Militantes
de movimiento Esperanza, Paz y Libertad, asesinados junto con siete
personas más, entre ellas tres ex guerrilleros del EPL, por un grupo de
aproximadamente 15 hombres vestidos con uniformes de la Policía quienes
llegaron hasta la finca "El Socorro", ubicada en la vereda El
Mamey del corregimiento El Mingueo, donde estaban 15 niños y 14 adultos
durmiendo, y dispararon contra las personas que allí se encontraban.
Cuatro de las víctimas fueron llevadas al Hospital de Barranquilla,
donde fallecieron. Los
militantes de Esperanza, Paz y Libertad fueron llevados a un puente sobre
la Troncal del Caribe, donde, al parecer, fueron torturados y luego
arrojados a un monte desde lo alto del puente.
Los ex guerrilleros eran oriundos del municipio de Planeta Rica (Córdoba);
estaban adscritos a la Oficina de Reinserción del Atlántico,
administraban el Restaurante Tamacá en Barranquilla y habían
desaparecido dos días atrás.
Junio 4. JORGE
VELEZ TRUJILLO y PABLO JIMENEZ, Plato (Magdalena).
Trabajadores de la finca "Santa Martica", encontrados
asesinados en el interior de un campero en el que horas antes se
movilizaban. Los cuerpos
estaban incinerados y presentaban múltiples impactos de bala.
OCTAVIO MARIN y HERNAN ANTONIO, Dos Quebradas (Risaralda).
Miembros de una banda de secuestradores, asesinados por varios
desconocidos. Las víctimas
estaban degolladas. Al
parecer la banda planeaba secuestrar a un hacendado de la Vereda La
Esperanza. El resto de la
banda logró emprender la fuga. CARLOS
ALBERTO MORALES ALZATE, LUIS DIEGO LOPEZ y RUBEN DARIO MORALES ALARCON,
Envigado (Antioquia). Encontrados
asesinados dentro de un Renault 4, en la vía Las Palmas.
Presentaban señales de tortura y heridas con arma blanca.
Junto a los cuerpos había un letrero que decía "por ladrones
de carros que luego llevaban a Cali".
Las víctimas residían en Manizales.
GUMERCINDO ALTAMAR GUZMAN, albañil oriundo de Acandí (Chocó);
DARISNEL CASSIANI OBESO, albañil conocido como "Pastrana",
oriundo del departamento de Bolívar; ALCIDES N., conocido como
"El Chirri"; JOSE GUSTAVO FONSECA, oriundo de Cúcuta,
que registraba dos entradas a la SIJIN por hurto; y ROBERTO JULIO
MENESES VILLABNA, delincuente conocido como "La Pantera",
tenía antecedentes en la SIJIN por hurto y tráfico de estupefacientes,
Tubara (Atlántico). Encontrados
asesinados en la finca "La Lucha", ubicada en la Inspección de
Policía Cuatro Bocas. Las víctimas
residían en el barrio Nueva Colombia de Barranquilla.
Los cuerpos estaban maniatados y presentaban múltiples impactos de
arma de fuego y señales de tortura.
Dos de las víctimas presentaban antecedentes por hurto.
ELKIN ARREDONDO GUZMAN, Medellín (Antioquia).
Encontrado asesinado en la vía al municipio de Caldas.
Estaba desnudo y con las manos amputadas (estaban en una bolsa).
Junio 9. JOSE
DELFIN TORRES CASTRO, Cerrito (Santander).
Secretario de la Inspección Departamental de Tabeta, asesinado
junto con el Inspector de la misma, por una patrulla del Batallón García
Rovira. En un retén militar
en el sitio denominado "Alto de las Cruces" fue detenido el
Secretario por una patrulla de doce soldados, llevado a un lugar cercano
donde por espacio de dos horas fue sometido a interrogatorios y torturas.
Luego él y el Inspector fueron subidos a una camioneta de
propiedad del primero, conducida por un soldado; minutos después se
escucharon varios disparos; los testigos de la detención corrieron al
lugar y encontraron los cuerpos junto a la camioneta, José Delfín aún
estaba con vida, pero murió momentos después.
Los militares les quitaron los documentos de identidad, $500.000 en
efectivo y las llaves de la camioneta.
El 5 de febrero de 1987, la esposa del Secretario, Irma Vera, había
sido asesinada por miembros del mismo Batallón García Rovira.
Junio 10. LUIS
ALFONSO CHILITO DOMINGUEZ, Candelaria (Valle).
Anciano de 70 años, quien trabajaba como vigilante de la arenera
"José Hilario Illera"; encontrado asesinado a la orilla del Río
Cauca a la altura de la Inspección Departamental Juanchito.
Estaba amordazado, atado de pies y manos, con heridas de arma
blanca, señales de tortura y signos de asfixia.
Dos días atrás varios hombres encapuchados y armados llegaron
hasta la arenera, amarraron y amordazaron a los tres vigilantes, se
apoderaron de dos volquetas y una escopeta, y luego se llevaron al anciano.
NORBERTO JAVIER RESTREPO, Abejorral (Antioquia).
Trabajaba como contratista con arquitectos; su cadáver fue hallado
en el caserío El Cairo. Estaba
quemado con ácido sulfúrico de la cintura hacia arriba (de la cabeza sólo
tenía la parte ósea) y tenía un brazo fracturado en tres partes. Cerca al cuerpo había una pira que, al parecer, iba a ser
usada para incinerarlo. Según
declaró la madre de la víctima, éste había sido militante de la Unión
Patriótica.
Junio 12. LUIS
ANTONIO SOTO GARCIA, Yumbo (Valle).
Niño de 9 años encontrado asesinado.
El cadáver del menor presentaba señales de ahorcamiento.
Había desaparecido 12 días atrás.
Junio 29. JOSE
RAUL BUITRAGO MORENO, El Tarra (Norte de Santander).
Campesino asesinado por desconocidos en el sitio conocido como
"Barranquilla", en zona rural de esta localidad.
Fue rociado con gasolina, prendido y rematado de varios impactos de
bala. Días atrás, en el mismo sitio, fue hallado el cadáver de
un trabajador de ECOPETROL.
Junio 30. ALFREDO
MARBERI LOPEZ y WALTER AMININTON RODRIGUEZ MOSQUERA (y OTRO), Cali
(Valle). Encontrados
asesinados en el sitio conocido como "La Viga", en la vía al
municipio de Jamundí. Los
cuerpos presentaban múltiples impactos de bala; estaban atados de pies y
manos, amordazados, con agujas clavadas en la espalda y quemaduras
producidas con cigarrillo; tenían la cabeza cubierta con trapos y bolsas
plásticas. JOSE
FERNANDO BEDOYA ARIAS, Ciénaga (Magdalena). Campesino
encontrado asesinado en el corregimiento Tucurinca. Presentaba varios impactos de arma de fuego y el cráneo
fracturado. Había
desaparecido desde el 28 de marzo cuando fue llevado por miembros de un
grupo paramilitar, cuando se encontraba en zona rural del municipio de
Aracataca. OMAR ZUÑIGA VASQUEZ, Cartagena (Bolívar).
Campesino asesinado por miembros de la Infantería de Marina,
quienes lo detuvieron, torturaron y acribillaron.
Familiares de la víctima denunciaron el hecho ante la Cumbre de
Procuradores de la Costa Atlántica, en la que participaron el Procurador
General y el Defensor del Pueblo, quienes se comprometieron a adelantar
las investigaciones tendientes al esclarecimiento.
F.
CONSIDERACIONES FINALES
El derecho a la seguridad e integridad se ve gravemente afectado en
Colombia. Preocupa a la CIDH
que a pesar de las observaciones realizadas después de su visita in loco
en 1980, todavía se presenten índices alarmantes de torturas.
Más dramático es el hecho, ya frecuente desde hace varios años,
de que gran cantidad de cadáveres objeto de ejecuciones extrajudiciales
presentan signos visibles de tortura.
Pareciera que la generalización de estos métodos crueles e
inhumanos no ha sido eliminada como una forma ilegal de obtener información
e incluso confesiones por parte de algunos miembros de las Fuerzas Armadas
y organismos de seguridad del Estado. |