| ANEXO 
    V  EL
    PUEBLO TRABAJADOR APLICA SU JUSTICIA (Tomado
    de la revista cubana  "Mar
    y Pesca")  Número
    de Nov. 14, 1966             
    Ante una audiencia formada por más de dos mil
    trabajadores del sector de la pesca, se llevó a cabo, en una amplia nave
    del Puerto Pesquero de La Habana, el juicio oral de la causa 376 del
    presente año, radicada por el Tribunal Revolucionario No. 1 constituído en
    Consejo de Guerra, para juzgar a ocho elementos contrarrevolucionarios,
    entre ellos cinco que laboran en la Flota Cubana de Pesca, acusados del
    delito de intento de secuestro de un barco y propósitos de eliminar físicamente
    a 30 tripulantes del mismo, para dirigirse a los Estados Unidos a unirse a
    los enemigos de la patria.           
    Presenciaron el desarrollo de la interesante vista judicial,
    celebrada en la tarde del viernes 7 de octubre de 1966, dirigentes del
    Partido en el Regional Bahía Habana y el Seccional de Pesca, así como
    funcionarios del Instituto Nacional de la Pesca. 
    El público se mantuvo por espacio de siete horas siguiendo los
    incidentes del proceso, en el que se produjo, a través de la declaración
    del oficial investigador y del brillantísimo informe del fiscal, más de un
    momento de legítima vivencia revolucionaria, en el análisis profundo,
    justo y equilibrado de la posición asumida ante esta sociedad por un grupo
    de individuos que trataron de atentar contra los principios que la forman.           
    Los encartados se nombran Asdrúbal Soto González, cabecilla de la
    banda, segundo maquinista del arrastrero 
    "Calamar", el buque cuyo robo se planeaba; Gladys Mabel de
    la Cruz Cuza, ex-estudiante de Medicina, que abandonó recientemente la
    carrera en el quinto año con el propósito de irse a Norteamérica; Gonzalo
    González Aguiar, tornero de la Flota Cubana de Pesca; Florencio Piedra
    Pita, primer maquinista del  "Calamar";
    Cosme Andrés Mayor Echevarría, contrarrevolucionario declarado; Rodolfo
    Jorge Rodríguez, tercer maquinista del barco; Joaquín Soto González,
    hermano de Asdrúbal y profesor de una escuela de la Reserva Laboral y
    Wilfredo Forcade Rabaco, segundo oficial del 
    "Calamar".  Contra la integridad de la nación          
    Los delitos imputados a estas
    personas eran los de atentar contra la integridad y estabilidad de la nación,
    previsto y sancionado en el Artículo 128 del Código de Defensa Social y
    modificado por la Ley 425 de 7 de julio de 1959 y de infracción del artículo
    12 de dicha Ley.  A través del
    informe del oficial investigador, confirmado en el interrogatorio de los
    acusados por el fiscal, se pudo conocer que a principios de agosto pasado se
    tuvieron noticias de que, desde el mes de mayo, Asdrúbal Soto estaba dándole
    forma a los planes para apoderarse del barco 
    "Calamar",  en
    que estaba enrolado, a fin de llevarlo a territorio norteamericano. 
    Para lograr ese propósito, comenzó a captarse elementos cuya
    desafección a la Revolución era bien conocida por él y los cuales
    prestaban servicios en su mayoría en la Empresa que operaba el 
    "Calamar",  bien
    como tripulantes de la embarcación o trabajadores de las instalaciones de
    tierra.  Así fue acercándose a
    González Aguiar, Piedra Pita, Jorge Rodríguez y Forcade Rabaco, a los que
    expuso sus ideas sobre el asunto.  Además,
    Asdrúbal comunicó sus intenciones a su hermano Joaquín, a Mayor Echevarría
    y a Gladys Mabel de la Cruz, ajenos al centro de trabajo a que pertenecía,
    para obtener de los mismos la cooperación necesaria para llevar adelante el
    complot.   Planeaban
    la muerte de 30 compañeros          
    La acusada de la Cruz se le brindó para obtener la receta a fin de
    adquirir el narcótico que en peligrosas dosis se les administraría en algún
    alimento o bebida a los tripulantes del 
    "Calamar" que ignoraban los designios criminales de
    aquellos  "compañeros de
    trabajo", y a esos efectos logró que el médico contrarrevolucionario
    Héctor Valladares (que se halla fuera de Cuba) 
    le extendiera una receta con la que pudiera comprar la cantidad
    suficiente de barbitúrico para hacerla beber a sus víctimas.           
    Para llevar adelante el propósito de eliminar físicamente el resto
    de los tripulantes de la nave que desconocían lo que se fraguaba, los
    acusados conseguirían armas de fuego por diversos medios 
    (hasta llegando a asaltar por sorpresa a punta de cuchillo a miembros
    de la Fuerzas Armadas),  a fin
    de utilizarlas contra los compañeros del 
    "Calamar"  a
    quienes no pudieran drogar o al despertar del probable letargo en que les
    sumiría el narcótico que iban a darles a tomar.           
    Otro de los aspectos del plan era el de introducir subrepticiamente a
    bordo de la embarcación a Mayor Echevarría Mabel de la Cruz y Joaquín
    Soto, cuando el   "Calamar" 
    estuviese cargando hielo en el litoral de Regla. 
    El resto del plan se desarrollaría en alta mar, cuando el buque
    estuviese navegando lejos de nuestras costas.  De
    espaldas a nuestra realidad social          
    En el examen de los acusados, el representante del pueblo puso de
    relieve la entraña contrarrevolucionaria de la criminal conjura y la falta
    de comprensión del instante excepcional que vive nuestra patria por parte
    de los encartados, su total ausencia de sentimientos humanitarios que les
    animó a planear la muerte de sus propios compañeros de labores y el afán
    de hacer causa solidaría con los que nos odian y atacan, con el enemigo
    poderoso y cruel que rumia los fracasos a que le han conducido sus
    agresiones contra la Revolución Cubana.           
    Por espacio de hora y media el compañero 
    fiscal hilvanó, ante la enorme concurrencia que le escuchaba con el
    aliento en suspenso y que manifestó repetidamente su aprobación al informe,
    un recorrido sinóptico por la situación de miseria y desamparo en que vivía
    el pescador cubano antes del triunfo de la Revolución Socialista, siendo el
    más humilde y explotado de los trabajadores de nuestro país, víctima de
    los armadores e intermediarios sin escrúpulos que pagaban con unos míseros
    centavos, que apenas les alcanzaban para encender el fogón hogareño,
    largos días de riesgosa faena afrontando los peligros del mar. 
    Contrastó aquella época, ya definitivamente superada en nuestro país
    con el confortador espectáculo de lo que es hoy la industria pesquera
    cubana, en que los viejos botes y arruinadas lanchas de los pescadores han
    dado paso a una moderna y creciente flota, dotada con los medios idóneos
    para navegar y efectuar los lances de captura en áreas a miles de millas de
    nuestras playas.           
    Significó el fiscal el papel importante que en la economía del país
    cumplían en la actualidad tanto la industria de la pesca como nuestra
    marina mercante, que va camino de convertirse en la primera de América
    Latina y una de las más desarrolladas del mundo.  Una
    Revolución que borró los vicios del pasado          
    Apuntó hacia el hecho de que en las inmediaciones del sitio en que
    se hallaban --el Puerto Pesquero de La Habana-- atracaban, en años
    anteriores el advenimiento de la Revolución, los barcos repletos de
    turistas norteamericanos que venían a Cuba en busca de la satisfacción de
    los más reprochables vicios, de los goces fáciles y en pose de colonos
    hollando territorio sometido a su férula.           
    Abundando en el tratamiento de estas cuestiones, añadió el fiscal
    que, precisamente ahora, cuando el nuevo orden social que se desarrolla en
    Cuba ha hecho desaparecer esas lacras del pasado y ofrecido a nuestra nación
    la dignidad y el prestigio que siempre debió merecer antes propios y extraños;
    cuando el cubano se hace, por estas razones, acreedor al respeto mundial, es
    en estas circunstancias que el vecino del Norte hostiliza y agrede por todas
    las vías a Cuba, su pueblo y su gobierno, recibiendo derrota tras derrota
    como adecuada respuesta a sus ataques a un país pequeño que anhela vivir
    en paz, y que se ha armado, consecuentemente, para defender su libertad y
    soberanía.           
    "Y estos individuos que vemos aquí --prosiguió, señalando con
    el índice a los acusados-- en vez de trabajar por el progreso de la patria
    y de la Revolución que les daba oportunidades que nunca antes habían
    recibido, fraguaban su destrucción, haciendo planes que complacerían, sin
    duda, al enemigo yanqui". La
    generosidad de nuestro sistema           
    Detalló a continuación los antecedentes de cada uno de los acusados,
    probatorios de la indulgencia y generosidad que en más de una ocasión les
    había ofrecido la Revolución:  Asdrúbal
    Soto, que pese a haber intentado escapar subrepticiamente del país varios años
    atrás  (fue condenado e
    indultado más tarde),  pudo
    trabajar libremente hasta llegar a ocupar un cargo bien remunerado en la
    Flota Cubana de Pesca; Gladys Mabel de la Cruz, en vísperas de terminar sus
    estudios de medicina, aprovechando las enormes facilidades que para ello le
    brindaran los actuales planes de enseñanza; Mayor Echevarría que, detenido
    en 1964 por haber tratado de salir ilegalmente de Cuba en una embarcación
    en 1962, en complicidad con un cabecilla contrarrevolucionario, fue
    condenado a cuatro años, de los cuales permaneció dos internado en una
    granja acogido a un plan de rehabilitación y se hallaba últimamente en
    libertad condicional, gracias, asimismo, al trato humano y generoso que hoy
    reciben en Cuba Revolucionaria los que atentan contra la sociedad y dan
    muestras de arrepentimiento; Forcade Rabaco, que había sido becado por el
    Gobierno, pasando el ciclo de formación como cuadro de mando en la Escuelas
    de Pesca hasta designársele para desempeñar el cargo de segundo oficial de
    una de las modernas unidades de nuestra flota pesquera; Joaquín Soto, a
    quien, al ser racionalizado en el centro de trabajo donde prestaba servicios,
    se le designó profesor de una escuela de la Reserva Laboral, respetándosele
    en todo momento su salario.  Similares
    referencias hizo el fiscal al resto de los acusados, que ya habían
    reconocido, previamente, que desde su detención se les trató con las
    mayores consideraciones, llegándose, inclusive, en los casos necesarios, a
    asignárseles por el Estado un subsidio mensual a los familiares
    dependientes de ellos.  La
    Revolución demuestra ser fuerte y generosa          
    Recordando las frases pronunciadas por nuestro Comandante en Jefe en
    el juicio de Cubelas y otros traidores, repitió el fiscal que la Revolución
    podía ser generosa, ya que era fuerte y no debía temer a nada y que en el
    caso que se ventilaba ante el tribunal del pueblo en aquellos momentos, podía
    demostrarse esa generosidad, absolviendo a tres de los encartados --Joaquín
    Soto, Jorge Rodríguez y Forcada Rabaco-- por el menor grado de peligrosidad
    comprobado en la comisión de los delitos imputados, así como por su
    actitud de franca cooperación para el total esclarecimiento de los hechos
    desde el instante mismo en que fueron detenidos, procediendo a retirar los
    cargos contra éstos, al tiempo que demandaba que cayera todo el peso de la
    ley sobre el resto de los acusados, en la cuantía a que se habían hecho
    acreedores por su traición a la patria, la inhumana intención de provocar
    la muerte de compañeros de trabajo para cumplir sus deleznables designios y
    la evidente complicidad con los que fraguan, día y noche, constantes
    agresiones contra nuestra Revolución.          
    Finalizando su elocuente informe en medio de atronadores aplausos
    rendidos por la audiencia puesta en pie, el compañero fiscal dijo que era
    el pueblo, en esa oportunidad formado por humildes trabajadores del mar, el
    que juzgaba a aquellos que delinquían contra nuestra sociedad socialista. 
    El mismo pueblo que estaba dispuesto en todo instante a tomar las
    armas para defender la integridad de la patria y que, por ello, se
    consideraba digno de repetir la consigna de 
    "Patria o Muerte".  "Para
    éstos --volvió a apuntar hacia el banquillo, donde reinaban la vergüenza
    y el desplome moral-- no puede haber Patria, porque la han perdido por sus
    actos contra ella; no habrá Muerte, sino el olvido, que es peor que la
    Muerte".          
    Inmediatamente después de hacer sus conclusiones finales al
    representante del pueblo, el abogado defensor pronunció su alegato,
    felicitando, en primer término, al fiscal, por la magnífica exposición de
    hechos que acababa de realizar y seguidamente sometió a sus representados a
    la decisión de los jueces, que, según sus palabras, habría de ser una
    decisión justa y bien inspirada de acuerdo con los principios de la
    Revolución.          
    Asimismo, el defensor, dirigiéndose al público que asistía a la
    vista, les exhortó, como trabajadores de la pesca, a combatir las
    agresiones del imperialismo, que eran generadoras de casos como el que
    acababa de ventilar allí, aumentando la producción, en beneficio de
    nuestra economía y sirviendo los fines constructivos de la Revolución
    Cubana. Finalizada la intervención de la defensa, el tribunal se retiró a deliberar. Poco más tarde regresaban sus integrantes al estrado para anunciar el fallo condenando a Asdrúbal Soto Gonzáles, Cosme Mayor Echevarría, Gladys Mabel de la Cruz Cuza, Gonzalo Gonzáles Aguiar y Florencio Piedra y absolviendo a Joaquín Soto Gonzáles, Rodolfo Jorge Rodríguez y Wilfredo Forcade Rabaco. |