CAPITULO
        II
        
          
        EL
        FENOMENO DE LA VIOLENCIA              
        A.           
        ORIGENES DE LA VIOLENCIA            
        En el escenario de América Latina, Colombia ha sido el país de
        mayor crecimiento económico en los últimos 30 años, superado
        solamente por Brasil; en la década de 1980 fue el país suramericano
        con mayor crecimiento.  Por
        otra parte, en términos demográficos se ha producido una acelerada
        disminución de las tasas de crecimiento. 
        A pesar de que muchos indicadores sociales han mejorado
        substancialmente, como la expectativa de vida, la tasa de mortalidad
        infantil, el alfabetismo y la escolaridad, y de que ha disminuído el número
        de personas con necesidades básicas insatisfechas, todavía subsisten
        desigualdades sociales y existe una importante concentración de la
        riqueza.  Colombia sigue
        siendo un país de grandes contrastes, en el que conviven sectores de
        gran bonanza económica y sectores de extrema pobreza.            
        Según datos actualizados la situación de los derechos económicos
        y sociales en Colombia es la siguiente:                     
        Entre 1970 y 1986, los niveles de pobreza en Colombia
        disminuyeron, pero en los últimos años no ha habido mejoras sensibles
        en este aspecto.  Según un
        estimativo conservador, basado en el criterio de necesidades básicas
        insatisfechas (vivienda, educación servicios públicos, etc.), el
        porcentaje de pobres en 1990 era de 36% de la población (11.960.000
        personas).  Pero esta cifra
        sube a 49% (16.116.000 personas), si tenemos en cuenta como criterio la
        llamada línea de pobreza, a saber los niveles de ingreso necesarios
        para adquirir el mínimo de alimentos y satisfacer otras necesidades básicas
        (Ver Libardo Sarmiento.  "La
        revolución pacífica:  una
        mirada premoderna sobre los derechos sociales en Colombia" en Economía
        Colombiana. Bogotá,
        No. 188, p. 33).  Actualmente,
        la seguridad social sólo cubre al 20% de la población colombiana
        cuando, según un estudio del BID, 
        el promedio de cobertura en América Latina para el período
        1985-1988, era de 43% (Ver BID, Progreso económico y social en América
        Latina.  Informe
        especial:  seguridad social.  Washington,
        1992, citado por Coyuntura Social, No. 7, p. 23).                     
        Esta situación no tiene como causa la falta de recursos sino
        otros factores.  La
        concentración del ingreso sigue siendo elevada: 
        mientras el 50% más pobre sólo recibe el 17.6% del ingreso, el
        20% más rico recibe el 55% (Libardo Sarmiento. Op-cit, p. 35). 
        A nivel agrario, mientras menos del 2% de los propietarios
        posee el 40% de los predios, el 63% de los campesinos es propietario
        de solamente el 5% de la superficie (Ver CEGA. 
        Reforma agraria:  elementos
        para el debate.  Bogotá,
        1987, pp. 11-12).  Igualmente,
        el gasto social público ha disminuído considerablemente. 
        Si en 1984 representó el 9.4% del PIB, en 1989 había descendido
        a 7.6%, mientras que el pago cumplido por el servicio de la deuda pasaba
        de representar el 3.1% del PIB a 7.5% en esos mismos años. 
        (Ver Contraloría General de la República. Informe Financiero,
        mayo 1990, p. 9) Igualmente, según el DANE, la participación en el PIB
        de la remuneración al trabajo ha bajado de 44% en 1983 a 39% en 1990.  (Libardo Sarmiento. Op-Cit, p. 29). 
        Todo esto podría explicar ese estancamiento de los indicadores
        sociales desde mediados de la década pasada.[1]
                    
        Las contradicciones intrínsecas del desarrollo económico, del
        movimiento demográfico, de las desigualdades, así como las emanadas
        del debate ideológico-político, se han convertido en fuente permanente
        de los conflictos que ha padecido la nación colombiana en el período
        analizado.  Los actores del
        conflicto son especialmente la guerrilla y el crimen organizado,
        protagonistas ilegales que operan a través de una confusa amalgama de
        alianzas y de enfrentamientos simultáneos que se realizan en un mismo
        sitio o en diferentes lugares del territorio nacional.            
        El crimen organizado ha contribuído en los últimos años a
        grandes transformaciones de la sociedad colombiana en todos sus aspectos,
        en particular por el grave impacto que ha tenido sobre los valores éticos
        y sobre el funcionamiento de la justicia. 
        La guerrilla, por su parte, ha ido perdiendo su influencia ideológica
        por la utilización habitual de procedimientos propios de la
        delincuencia común, como la extorsión, el secuestro y el asesinato de
        civiles.            
        Paradójicamente, las zonas de mayor enfrentamiento y violencia
        se encuentran en regiones con un gran nivel de desarrollo económico y
        de riqueza, pero pobres en desarrollo social, y con un alto nivel de
        concentración de la propiedad rural y del ingreso, y con una presencia
        estatal que se ha concentrado en el gasto militar.                   
                  
        B.           
        ANTECEDENTES DE LA VIOLENCIA CONTEMPORANEA EN COLOMBIA             
        Porque la violación de los derechos humanos en Colombia es,
        entre otras razones, producto de la violencia, el presente
        informe contiene un capítulo dedicado exclusivamente a la consideración
        de este fenómeno.  Pocos
        entienden y se preocupan del problema de la violencia como los propios
        colombianos.  En Colombia se
        han estudiado e investigado desde hace muchos años las causas de la
        violencia.  Sin pretender
        ser exahustivos cabe citar que en el año 1958, el Gobierno del General
        Rojas Pinilla conformó la Primera Comisión Investigadora de las Causas
        de la Violencia.  En enero de 1987, casi 30 años después, el Ministerio de
        Gobierno, en ese entonces a cargo del Dr. Fernando Cepeda Ulloa, creó
        una nueva comisión de estudio sobre la violencia con la finalidad de
        que actualizase las investigaciones sobre la violencia, formulase hipótesis
        sobre las perspectivas de este fenómeno y recomendaciones sobre la
        clase de medidas que se podrían adoptar para controlar su desarrollo. 
        De acuerdo con esta comisión, la violencia ha sido empleada en
        Colombia persistentemente como herramienta de acción política.  El estudio distingue 3 etapas en la violencia política del
        país:  la primera de
        guerras civiles, que se referían fundamentalmente a problemas o
        rivalidades de las clases dirigentes del país, durante gran parte del
        siglo XIX; la segunda, que se conoce históricamente en Colombia como
        "La Violencia", que tiene lugar a mediados del siglo XX, y
        finalmente, una tercera etapa constituida por la violencia
        insurreccional.            
        C.           
        PRINCIPALES FACTORES Y FUENTES DE LA VIOLENCIA POLITICA            
        El Frente Nacional, que se inicia con la caída del Gral. Rojas
        Pinilla, el 10 de mayo de 1957, abre sin duda un espacio de reconciliación
        que dura aproximadamente 16 años. 
        Esto constituye una etapa nueva y diferente en la vida política
        de Colombia, dentro de la cual liberales y conservadores se alternan en
        el poder y reparten paritariamente los cargos administrativos del país,
        tratando de mantener una situación de estabilidad que permitiese un
        proceso de desarrollo en lo económico y en lo social.            
        Consolidado el Frente Nacional, se produjo la desintegración y
        desarme de los grupos de resistencia armados correspondientes al partido
        liberal con lo que, concluida esta etapa de violencia fundamentalmente
        civil, las Fuerzas Armadas reasumieron otra vez el liderazgo de la
        fuerza para empezar a enfrentar a los grupos de guerrilleros que
        empezaban a formarse especialmente en las zonas del campo, y correspondían
        a personas que no se habían acogido a la amnistía o que habían
        escogido el camino de mantenerse en la lucha en defensa de sus intereses
        y principios.  Entre las
        razones o factores que determinan la movilización y violencia a partir
        de estos momentos, pueden citarse entre otros, las de principios morales,
        políticos, económicos.  No
        puede descartarse, igualmente, entre los factores y fuentes de la
        violencia guerrillera en Colombia, la influencia que ejerció la
        revolución cubana.            
        Conviene aclarar que la guerrilla de los años 50's se inicia,
        como se había indicado, como una respuesta a las persecuciones
        oficiales contra el partido liberal en el campo. 
        La persecución de los campesinos liberales sirvió de pretexto
        tanto para la expansión de la agricultura capitalista como para la
        formación y consolidación del latifundio tradicional. 
        Estanislao Zuleta, uno de los principales violentólogos que
        analiza la situación política de esa época,[2]
        sostiene que no se trataba solamente de matar, sino de expulsar a la
        gente por el terror para lo cual, "se emplearon los métodos más sádicos
        y espantosos".            
        Pese a los acuerdos de paz a que dio lugar la formación del
        Frente Nacional, las gentes que se quedaron en el campo y que no
        pudieron acogerse a las amnistías conformaron una segunda violencia de
        lo que se vino a denominar como la etapa del bandolerismo, movimiento
        que se prolongó durante muchos años y que tomó importantes
        dimensiones al punto que, en el año 1964, iniciada su crisis, "había
        más de 100 bandas activas, constituidas por grupos de campesinos
        armados que, más o menos organizadamente y desconociendo los acuerdos
        de paz entre las directivas oficiales de los partidos tradicionales,
        prolongaron la lucha bipartidista".[3]
        Precisamente cuando este bandolerismo empieza a desaparecer, es que en
        la década de los 60's aparecen, como ya se ha indicado, grupos de
        guerrilleros con motivaciones políticas y diferentes enfoques ideológicos,
        generando el inicio de una guerra verdaderamente revolucionaria y no
        contra el Gobierno sino contra el sistema de distribución de la tierra,
        de injusticia social y también contra el monopolio bipartidista
        excluyente de las demás fuerzas políticas del país.            
        Frente a la insurgencia guerrillera de los años 60's a 80's en
        los que surgen las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia),
        el ELN (Ejército de Liberación Nacional), el M-19 (Movimiento 19 de
        Abril), el EPL (Ejército Popular de Liberación), ADO (Autodefensa
        Obrera), Ricardo Franco y Quintín Lame (Grupo Guerrillero Indígena),
        aparece, para confrontarlo, lo que se conoce como la doctrina de la Seguridad
        Nacional.            
        Los Grupos Guerrilleros            
        FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)            
        Las FARC constituyen el grupo guerrillero más antiguo, con más
        tradición y sin duda el mejor organizado no solamente de Colombia sino
        del continente.  Según
        Estanislao Zuleta sus raíces están no sólo en las guerrillas de los años
        50 sino incluso más atrás en las luchas campesinas de los años 30's y
        40's, cuando se fundaron las primeras ligas y sindicatos agrarios. 
        Las FARC han sido siempre vinculadas al partido comunista y de
        hecho, consideradas como el brazo armado del partido comunista
        colombiano, vinculadas además al movimiento internacional comunista que
        provenía de Moscú y posteriormente de La Habana, fuentes de su apoyo
        ideológico, militar, y de abastecimiento y entrenamiento hasta fines de
        los años 80's en que se produce el desmoronamiento del mundo comunista. 
        Se señala que sus orígenes datan del año 1947, cuando el comité
        central del partido comunista colombiano acordó la organización de una
        autodefensa popular contra el entonces régimen conservador de Ospina Pérez
        iniciado en el año 1946.  Las
        FARC se encontraban estrechamente vinculadas al campesinado colombiano
        en el cual tuvieron su principal apoyo. 
        Este grupo de autodefensa de masas, que posteriormente se
        consolida como un movimiento guerrillero, tenía como táctica
        adentrarse en las zonas selváticas, lo que hacía sumamente difícil y
        costoso para el Ejército regular combatirla, perseguirla, y eliminarla.[4] 
                    
        Las FARC lograron el apoyo de importantes sectores campesinos en
        ciertas zonas del país al asumir su defensa frente a la arbitrariedad
        de los propietarios y autoridades locales. 
        Sin embargo, no lograron obtener un apoyo campesino muy amplio. 
        Posteriormente, al empezar a perder dicho apoyo, trataron de
        mantenerlo en muchos casos sobre la base de la amenaza y el terror. 
        Las FARC forman parte de la estrategia de toma del poder del
        Partido Comunista de Colombia, el cual ha mantenido una política de
        "combinación de todas las formas de lucha", mediante la cual
        mantienen organismos políticos legales que buscan el apoyo electoral o
        actúan en organizaciones sociales, mientras las FARC operan
        militarmente.            
        Las FARC llegaron a convertirse no solamente en el movimiento
        guerrillero de mayor presencia en el territorio colombiano sino,
        inclusive, en el de mayores recursos materiales y económicos para la
        lucha armada, todos ellos productos de actos delictivos consistentes en
        secuestros, extorsiones, cobro de dineros denominados "vacunas",
        asaltos a instituciones bancarias y comerciales, etc.  Más adelante las FARC extendieron sus fuentes de recursos
        económicos mediante una asociación ilícita con los grupos del narcotráfico. 
        Con posterioridad la alianza entre los narcotraficantes y los
        grupos paramilitares hace que se produzcan enfrentamientos con los
        grupos guerrilleros que en la actualidad persisten.            
        ELN (Ejército de Liberación Nacional)            
        El ELN fue creado por disidentes de las FARC influídos por las
        teorías del foco revolucionario promovidas por la revolución cubana. 
        Este grupo logró el apoyo de algunos sectores obreros del
        departamento de Santander, y a él se vincularon jóvenes provenientes
        de los sectores universitarios y algunos sacerdotes católicos,
        estimulados por el ejemplo del padre Camilo Torres, quien se enroló en
        este movimiento y murió en 1966 en un enfrentamiento con el Ejército.            
        El ELN se ha convertido en un grupo guerrillero muy inflexible,
        probablemente como resultado de la combinación de una ideología
        marxista con los elementos fanáticos y mesiánicos de origen religioso
        aportados por los sacerdotes que se han vinculado a él, como su
        dirigente actual, el padre español Manuel Pérez.  Desde un comienzo, este grupo ha hecho un gran esfuerzo por
        mantener la unidad y la pureza ideológica del movimiento, y ha fusilado
        y ejecutado a muchos de sus miembros, acusados de desviaciones ideológicas
        o traición.            
        EPL (Ejército Popular de Liberación)            
        El Ejército Popular de Liberación se organizó y se dio a
        conocer en el año 1965 como el brazo armado del Partido Comunista de la
        línea China Maoísta, esto es, dentro de la más ortodoxa doctrina de
        la lucha armada guerrillera.  Originalmente
        se opuso a participar en los esfuerzos de paz iniciados por el
        Presidente Belisario Betancur.  Finalmente
        uno de sus líderes, William Calvo, modificó esta tendencia y firmó
        los acuerdos de paz en el año 1980 acogiéndose una parte de sus
        miembros a la amnistía política. 
        Posteriormente, muchos de los reincorporados fueron volviendo a
        la guerra de guerrillas por el asesinato de William Calvo el 20 de
        noviembre de 1985 en una calle de Bogotá. 
        El EPL hizo parte de los acuerdos de paz durante la época del
        Presidente Barco que concluyeron en la actual administración con su
        reincorporación a la vida civil, cambiando su denominación por la de
        Esperanza, Paz y Libertad.  Sus miembros se encuentran en pleno proceso de reinserción,
        confrontando los problemas que ha venido presentando este programa. 
        Los miembros del EPL en proceso de reinserción han sido víctimas
        de un elevado número de asesinatos, atribuídos por sus dirigentes
        fundamentalmente a la facción disidente que no firmó los acuerdos de
        paz y las FARC, así como a grupos paramilitares opuestos a las
        negociaciones de paz.            
        Los tres grupos guerrilleros que se encuentran actualmente en
        actividad conforman lo que se denomina la Coordinadora Guerrillera Simón
        Bolívar.             
        M-19 (Movimiento 19 de Abril)            
        Nace fundamentalmente como movimiento urbano de enfrentamiento a
        los partidos tradicionales y a sus oligarquías. 
        Era un movimiento populista que pretendió ganar a las grandes
        masas urbanas desprestigiando ante éstas la fórmula democrática
        electoral como medio para transformar el país, movimiento que se
        compuso de un número reducido de efectivos en comparación con las FARC. 
        El M-19 se presentó siempre como un movimiento sensacionalista a
        través de sus espectaculares intervenciones, con las cuales atrajo la
        atención de la prensa en los actos en los que le tocó participar.            
        El nombre de su movimiento tiene como origen el robo espectacular
        que propició este movimiento, el día 19 de abril de 1974, de la espada
        del General Simón Bolívar, hecho que tuvo lugar en la Quinta Museo del
        Libertador ubicada en la ciudad de Bogotá, donde se encontraba desde
        hacía muchos años.  El
        M-19 surge dentro de la política nacional aliándose al movimiento
        denominado Alianza Popular Nacional, vinculado originalmente al entonces
        extinto General Rojas Pinilla, fracasando en esa oportunidad en su
        intento de llegar al poder, mediante las elecciones que tuvieron lugar
        el 19 de abril de 1970.  La derrota electoral de ANAPO en la que sólo obtuvo cerca de
        500.000 votos frente a casi 3.000.000 votos que recibió como apoyo el
        candidato López Michelsen, frustró no sólo las aspiraciones políticas
        del M-19 sino que condicionó su repulsa desde esa ocasión en contra
        del sistema electoral democrático. 
        Durante todos los años en que se mantuvo la lucha armada, el
        M-19 actuó en la clandestinidad.  El
        M-19 definió su ideología y acción política expresando ser parte y
        continuación de las luchas populares por la liberación nacional y por
        el socialismo denominándose, asimismo, como una organización político-militar,
        nacionalista y revolucionaria por el socialismo y como una entidad con
        cuadros armados, con una concepción y una práctica político-militar,
        impulsadora de la guerra del pueblo.[5]            
        El M-19, incorporado a la vida democrática en marzo de 1990,
        rompió el tradicional bipartidismo colombiano participando en las
        elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, obteniendo para su
        candidato Antonio Ramiro Wolff la más alta votación nacional. 
        El aporte del M-19, ahora convertido en la Alianza Democrática
        M-19, al Gobierno progresista del Presidente Gaviria ha sido, sin dejar
        su posición crítica, bastante constructiva.            
        D.           
        LAS AUTODEFENSAS Y LOS PARAMILITARES            
        El paramilitarismo no es un fenómeno nuevo en Colombia, ya que
        se encuentra vinculado estrechamente a la historia del país. 
        El paramilitarismo es precisamente lo contrario al monopolio o
        control total de la fuerza de parte de la fuerza armada, utilizando en
        su lugar organizaciones ilícitas de personas que pretenden sustituir el
        sistema de autoridad y de justicia del Estado, mediante el uso de la
        violencia privada a través de milicias mercenarias apoyadas en algunos
        casos por agentes del Estado.            
        Las primeras autodefensas que aparecen en la historia de Colombia
        fueron creadas por el Partido Comunista Colombiano y surgen como
        autodefensas de masas, para proteger a los campesinos víctimas de la
        violencia del Ejército.  En
        efecto, en el XIIo Congreso del Partido Comunista Colombiano
        se adoptó, el 5 de diciembre de 1975, el siguiente acuerdo: 
        "Artículo 1:  La
        Autodefensa es un movimiento popular de masas en el que caben todas las
        personas cuya integridad física e intereses sean amenazadas por la
        represión reaccionaria, la voracidad de los latifundistas, la
        colonización territorial, económica, política, ideológica y cultural
        del Imperialismo Yanqui".            
        El movimiento guerrillero de los años 60 se desarrolla y surgen
        otros grupos, aún más extremistas y violentos y la lucha armada
        subversiva se tecnifica a través del apoyo y la asesoría internacional. 
        Ello genera un problema para el Ejército colombiano, preparado
        para otro estilo de defensa nacional, pero no para una confrontación
        interna contra los propios colombianos. 
        La guerra subversiva a cada momento adquiría mayores
        proporciones, rompía con todos los esquemas tradicionales y por
        valiosos e importantes que fuesen los objetivos de justicia social que
        perseguía, resultaban inexplicables las atrocidades que cometía en su
        lucha contra su adversario militar y contra el pueblo colombiano a quien
        pretendía defender.            
        Este problema, el tamaño relativamente pequeño de las Fuerzas
        Armadas colombianas y las dificultades para financiar su expansión,
        dieron lugar a que los políticos civiles a cargo de la dirección del
        Estado consideraran preferible armar provisionalmente a ciudadanos
        particulares.  La situación
        tenía  además 
        antecedentes, ya que las guerras civiles del siglo XIX habían
        enfrentado fundamentalmente a civiles armados.[6]            
        Debido a la vigencia de la Ley 48 de 1968, que crea las
        autodefensas, surgen en los años 70 y se consolidan en los años 80,
        grupos de individuos vinculados a sectores económicos o políticos de
        las diferentes regiones del país, quienes, con el patrocinio o
        aquiescencia de sectores de las Fuerzas Armadas, defendían intereses
        partidarios o de grupo mediante la utilización de la violencia. 
        Originalmente la vinculación que se establece entre los grupos
        de autodefensa y las organizaciones estatales de la defensa nacional
        tienen un carácter ocasional e informal. 
        Sin embargo, estos grupos legales de autodefensa en forma
        progresiva empiezan a reforzarse y a tomar cuerpo precisamente cuando el
        Ejército comienza a enfrentar tropiezos y limitaciones en su tarea de
        defender el orden público y jurídico del país.            
        Surge también para enfrentar la guerra subversiva, además de la
        formación de estos grupos paramilitares, lo que se conoce como la
        doctrina de la seguridad nacional, nueva concepción estratégica y
        militar que aparece a finales de los años 70 y principios de los 80,
        sobre la base que esa época estaba dominada por la confrontación entre
        dos bloques; que el antagonismo dominante entre los Estados Unidos y la
        Unión Soviética polarizaba todo el conflicto desde profundas raíces
        ideológicas entre la civilización cristiana de Occidente y el
        materialismo dialéctico comunista de Oriente, conflicto en el que se
        jugaba la dominación o liberación del mundo; que existía una ofensiva
        permanente y sistemática de dominación mundial del comunismo soviético;
        que la acción subversiva constituía un fenómeno internacional de
        agresión orquestado desde afuera y fabricado desde adentro, al que había
        abierto paso la demagogia de los políticos tradicionales a través de
        una maligna y sistemática siembra de odios y promesas utópicas e
        irrealizables;[7] 
        que esta situación hacía necesario forjar una unidad nacional
        en torno a la concepción del hombre y la sociedad basada en el
        pensamiento cristiano occidental y combatir el antagonismo entre los
        diferentes grupos humanos de la misma nación sembrado por la teoría de
        la lucha de clases; que dada la complejidad del problema era necesario
        replantear una estrategia global de lucha en todos los campos: 
        de la política, la economía, la cultura y el militar; que el
        enemigo es omnipresente y difuso y que todo aquel que le prestase ayuda
        debía considerarse también como enemigo; que los grupos subversivos se
        habían infiltrado en las universidades, las asociaciones de
        trabajadores, de profesionales y en los sindicatos, por lo que se
        consideraban organizaciones potencialmente peligrosas lo mismo que
        algunas aldeas y poblaciones en las que había ocurrido lo mismo.            
        Respondiendo a la inquietante pregunta de por qué se tuvo que
        recurrir a crear grupos de autodefensa y paramilitares en Colombia, el
        sacerdote Adolfo Galindo Quevedo expresa lo siguiente:                     
        A mí me parece una reacción lógica, es decir, uso las palabras
        que eran comunes; en tres meses hay tal cantidad de secuestros, y por
        secuestros se piden 600 millones; el dueño de una finca dice: 
        "si tengo que pagar 20 millones por secuestro, entonces pago
        un millón para defenderme y ahorro 19 millones"; y si cien señores
        hacen esas reflexiones, se van a tener 100 millones para defenderse... 
        Por otro lado, encuentro en este tiempo una especial coincidencia: 
        aparecen en Puerto Boyacá todas las extremas derechas, desde los
        muchachos de Tradición, Familia y Propiedad, algunos Coroneles con unas
        ideologías muy especiales y la gente que estaba pensando que a éstos
        había que defenderlos.  Algunos
        elaboraron esta frase "Si nos quieren quitar la tierra que nos la
        quiten peleando".  Este
        es mi análisis, una situación violenta, y el que muestre más los
        dientes controla... [8]            
        La subversión, por su parte, se había desarrollado
        considerablemente imponiendo cada cual a su manera un sistema tributario
        obligatorio denominado "voluntario" mediante el cual se
        obligaba a pagar a determinadas personas un impuesto de guerra. 
        La decisión de formar autodefensas resultó no solamente una
        necesidad sino, para los empresarios del agro, un buen negocio ya que
        resultaba menos caro mantener un mini Ejército de hombres completamente
        leales y dispuestos a todo, que pagar un impuesto a la guerrilla, que
        resultaba mayor y con lo cual contribuía a mantener la zozobra y la
        intranquilidad en la zona, además que ello no garantizaba completamente
        la no agresión o neutralidad de la guerrilla en su contra. 
        Otro fenómeno que produjo el desarrollo de las autodefensas fue
        que los empresarios del agro y la población civil que trabajaba en
        agricultura entendieron que existía una alianza natural entre el Ejército
        y los agricultores.              
        Las operaciones en conjunto entre autodefensas y miembros del Ejército,
        si bien fueron en un principio exclusivamente de colaboración de los
        primeros a los segundos y de protección y defensa, progresivamente
        fueron tornándose en acciones de agresión y persecución de la
        guerrilla.  Una de las
        primeras acciones en conjunto que se llevó a cabo entre Ejército y
        autodefensas fue lo que se conoce como el trabajo de "fumigar"
        la región, expulsando a los subversivos. 
        Galindo Quevedo consigna la siguiente explicación al hecho: 
        "Ya se había comenzado aquí, el proceso de la 'vacuna' al
        que se le hizo frente con el proceso de la 'fumigación'; entonces
        fuerzas paramilitares comenzaron a 'fumigar' a todos los elementos que
        antes estaban vacunando o que ellos consideraban que pertenecían a la
        política de la vacuna." [9]            
        Un ejemplo que proporciona una explicación a la manera como esta
        espiral de violencia fue tomando cuerpo, y que explica la creación de
        autodefensas, según el punto de vista del Presidente de ACDEGAM, es el
        siguiente:                     
        Aquí hace unos 20 años empezó a regir un movimiento que combatía
        ladrones y que predicaban la igualdad... que había que combatir a los
        ricos, que eran los explotadores... 
        Vino la época tormentosa de los secuestros y las cuotas
        familiares, las vacunas ganaderas, los chantajes, la extorsión, boleteo. 
        Esto aquí se tornó invivible... de esas personas que podían
        pagar secuestran a muchos y los sacan corriendo... entonces quedamos una
        gente que sin ser ricos teníamos una finca, con unos ganaditos y
        entonces esa carga que iba repartida entre los que se habían ido y los
        que fuimos quedando en turno, fue la carga para esta gente, comenzaron a
        secuestrar gente que no tenía cómo pagar los rescates... entonces ahí
        fue cuando la gente abandonó los campos y eso fue ahora hace cuatro años
        y medio (1981-1982), esa gente estuvo muriéndose de hambre... hasta que
        resolvieron venir a morirse a manos de un bandido que les pegara un tiro,
        que morirse de hambre con su familia... entonces la gente se unió y
        empezaron a entrar a las fincas más cercanas de acá del pueblo, por
        las que la guerrilla ya estaba secuestrando a menos de 45 minutos del
        pueblo y a 20 minutos de la Base Militar que se llama Calderón, ahí
        todos unidos, cierto, y llevaban pues naturalmente sus escopetas, listos
        para pelear con el que fuera, a esa gente le entró la rebeldía y un
        deseo de hacerse respetar.  Entonces
        fueron entrando con el Ejército.[10]            
        El considerable desarrollo de las autodefensas, la transformación
        de muchas de éstas en verdaderos Ejércitos de paramilitares, el
        rebasamiento a todo control efectivo por parte del Ejército, los
        constantes desmanes y hechos atroces que de una u otra manera se atribuían
        a las Fuerzas Armadas de Colombia y, además, el constante desafío de
        la agresión guerrillera, obligaron al Gobierno de Colombia a optar por
        aumentar el poderío del Ejército. 
        La lucha antisubversiva condujo, casi inevitablemente, a la
        militarización del país y de hecho ésta se fue convirtiendo
        gradualmente más en un asunto militar que político, lo que condujo a
        dejar en manos de los militares la definición de las estrategias de
        esta guerra.  La autonomía
        militar condujo a debilitar progresivamente el respeto de sus miembros
        por las normas legales vigentes y fue imponiendo un clima de tolerancia
        hacia la violencia contra los guerrilleros y contra la población civil
        presuntamente vinculada a ellos.[11]            
        Se suma al fenómeno del fortalecimiento del paramilitarismo el
        grave problema de que algunos comenzaron a ser absorbidos y luego
        manejados por las organizaciones del narcotráfico, las cuales los
        utilizaron originalmente para prestar defensa y protección a las
        empresas legales que habían adquirido con el producto de sus negocios
        ilícitos, pero posteriormente hicieron uso de ellos como verdaderos Ejércitos
        para eliminar opositores políticos y para confrontar y resolver
        problemas entre los carteles del narcotráfico, especialmente entre las
        bandas del cartel de Medellín y las del cartel de Cali. 
        Se incrementó asimismo dentro de la actividad paramilitar la
        tecnificación de dichas fuerzas y su entrenamiento altamente
        especializado a través de la contratación de mercenarios israelíes,
        británicos, y de otras nacionalidades, quienes formaron campamentos de
        entrenamiento y verdaderas escuelas de formación de paramilitares y
        sicarios, utilizados por los narcotraficantes en sus guerras de
        pandillas y también en sus misiones suicidas para asesinar a connotadas
        personalidades y dirigentes de la política colombiana.             
        Para controlar el desarrollo del paramilitarismo, que se había
        amparado en la Ley 48 expedida en el año 1968, se dictaron
        especialmente bajo la administración del Presidente Barco,
        disposiciones restringiendo primero y prohibiendo más adelante, de
        forma definitiva, la actividad de los grupos paramilitares.  El rechazo oficial a la actividad paramilitar fue confirmado
        por una sentencia de la Corte Suprema de Colombia, según la cual el
        decreto de 1965, que fue convertido en legislación permanente por la
        Ley 48, fue declarado inconstitucional. 
        Otro organismo que se pronunció también en contra de las
        organizaciones paramilitares fue el Consejo de Estado, el cual dispuso
        que los particulares que tenían en su poder armas de guerra debían
        devolverlas al Ejército y abstenerse de usarlas.            
        Esta campaña en contra del paramilitarismo produjo apoyo en un
        sector de la ciudadanía y violentas críticas y oposición en otro, que
        consideraba que la supresión de las autodefensas vulneraba su seguridad
        y dejaba indefenso a un importante sector civil, fundamentalmente el
        productivo, ya que era evidente que el Estado no tenía capacidad para
        asumir el papel que las autodefensas venían cumpliendo en defensa de
        los empresarios, agricultores, ganaderos, industriales, y demás grupos
        económicos del país.           
        No obstante las disposiciones legales que prohibieron la formación
        de grupos privados armados de autodefensa o paramilitares, muchos de
        estos grupos han continuado existiendo, aunque ahora sin el apoyo legal
        abierto que tenían antes de 1989. Algunos pocos entregaron sus armas y
        se acogieron a las normas que en 1990 les permitieron hacerlo, quedando
        con sentencias suspendidas por la pertenencia a grupos armados ilegales
        y por el porte de armas.  Otros
        se han disuelto como resultado de los conflictos internos, y de la
        muerte o huída de los grandes narcotraficantes que habían logrado su
        control.  Otros han sido
        debilitados por la acción del Ejército, que en algunos casos se ha
        enfrentado a ellos.  Sin
        embargo, en muchas áreas rurales los propietarios siguen utilizando
        grupos armados para defenderse de los posibles ataques de la guerrilla y
        para dar muerte a quienes consideran vinculados a ésta. 
        La debilidad del Gobierno para dar cumplimiento a sus propias
        normas, ordenando la disolución de los grupos de autodefensa y
        paramilitares, sigue siendo uno de los factores perturbadores que más
        afectan la paz en los sectores rurales. Igualmente, aunque el Gobierno
        ha destituído algunos oficiales por prestar clandestinamente apoyo a
        grupos paramilitares, son muy frecuentes y no se han desvirtuado las
        denuncias de que en algunos sitios las autoridades militares locales
        siguen promoviendo la formación de grupos de autodefensa o invitando a
        los campesinos a vincularse a ellos.            
        La credibilidad del Gobierno en el tema de los derechos humanos
        depende en buena parte de su capacidad para controlar efectivamente a
        estos grupos.  El
        rebasamiento y la falta de control estatal de los grupos paramilitares
        constituye, sin duda, una de las fuentes de mayor violación a los
        derechos humanos de los cuales se hace responsable al Gobierno de
        Colombia, 1o por no brindar a la población la debida
        protección a la que tiene derecho; 2o porque muchas de las
        acciones de los paramilitares cuentan, de alguna manera, con el apoyo de
        miembros de las Fuerzas Armadas y, 3o por el hecho de que
        casi un 90% de los asesinatos y actos de barbarie cometidos por los
        grupos paramilitares permanecen impunes y sin ninguna posibilidad de
        esclarecimiento, hecho éste que no solamente ha dañado
        internacionalmente la imagen de la administración de justicia
        colombiana, sino también el de las últimas administraciones políticas,
        pese a que son evidentes los verdaderos esfuerzos que éstas han hecho
        para controlar el desbordamiento de la violencia que lamentablemente se
        vive en Colombia.     [ Indice | Anterior | Próximo ] 
     [1] 
          Comisión Andina de Juristas Seccional Colombiana. 
          Las ilusiones perdidas? Derechos humanos y derecho humanitario
          en Colombia en 1992. Bogotá, 1993, mimeo.     [2] 
          Estanislao Zuleta. Colombia: 
          Violencia, Democracia y Derechos Humanos, Ediciones Attamir,
          Bogotá 1991.     [3]  
          Gonzalo Sánchez, Donny Meertens. Bandoleros, gamonales y
          campesinos:  El Caso de la
          Violencia en Colombia, Bogotá, Ancora, 1985, p. 42.     [5] 
          Documento denominado Concepción y Estructura de la OPM 
          (Organización Político Militar del M-19), 
          producto de la Sexta Conferencia del M-19, marzo de 1978.  
          Cita de Enrique Neira de la Revista "Guión", 
          Bogotá,  marzo de
          1980 p. 153-162.     [6] 
          Al filo del Caos,  Los
          Paramilitares y su Impacto sobre la Política, Jorge Orlando Melo,
          Tercer Mundo Editores, mayo 1991.     [7]
          "Derechos Humanos: ficción y realidad", Elisabeth Reimann/Fernando
          Rivas Sánchez, 1979 Aaka editor. España.     [8] 
          Padre Adolfo Galindo Quevedo, 
          Autodefensas, Paramilitares y Narcotráfico en Colombia, 
          Carlos Medina Gallego, Editorial Documentos Periodísticos,
          Bogotá 1990.  |